Depredación y canibalismo. Una breve introducción
El canibalismo como forma de relacionarse
En años recientes se han formulado otras propuestas para explicar el canibalismo (Galinier). Un punto esencial de esta mirada es que el canibalismo aparece como estrategia violenta para establecer una interacción entre dos comunidades, como alternativa al vínculo de la alianza matrimonial, considerada ésta un canibalismo sexual domesticado. Así, comida y cópula son formas de ingestión.
En este sentido se entiende que el consumo conecta siempre dos mundos que evita, en primera instancia, el consumo de alguien de la propia comunidad (un rasgo salvaje de los pre-humanos antes de la salida del sol) y establece una relación: “La noche devora al sol, la tierra los muertos, demonios hombres, dioses beben sangre, guerreros comen cautivos, figuras en papel son comidas, es una cadena de incorporaciones […] que conecta todo el universo” (Chaparro Amaya).
Así, la dinámica del consumo puede ser considerada como una multitud de canibalismos que fungen como vehículos de las fronteras cósmicas. En esta propuesta se considera que el consumo de un ser humano que devora a otro ser humano es sólo una manifestación particular de esta red global de consumo. Así, el acento antropocéntrico del enfoque occidental al tema del canibalismo disminuye considerablemente.
Canibalismo como metamorfosis
Lo anterior resalta aún más, al saber que los indígenas no veían a sus vecinos (enemigos) como “verdaderos” seres humanos, una calidad etnocéntrica que se atribuía únicamente a los miembros de la propia comunidad. Con este trasfondo, la noción occidental de un ser humano que devora a otro ser humano carece de sentido. El “otro”, menos o no-humano, amo tlácatl en náhuatl, no podía ser un idéntico, y es justamente esa diferencia lo que atraía a los indígenas. Un mecanismo para obtener esta “diferencia” consistía en comer esa “otredad”, generalmente considerada peligrosa, pero poderosa y deseada.
Walens señala que el acto de comer algo es un proceso de convertirse en ese algo. Se lleva a cabo una transformación, tanto de los que consumen como de los consumidos. Como lo formulaba de manera elocuente Pury-Toumi, las metáforas vinculadas al verbo comer en náhuatl sirven para marcar el misterio del paso de un estado a otro.
En la cosmología de los antiguos nahuas, cualquier forma de muerte (en realidad, una metamorfosis) puede ser entendida como un proceso de incorporación en una comunidad nueva, caracterizada por la captura y el consumo. En el inframundo, el lugar de la muerte, los fallecidos eran consumidos en un lugar llamado Teyollocualoyan, “el lugar donde son comidos los corazones de la gente”. Justo antes de ser devorado por los dioses de la muerte, el difunto era flechado (en el inframundo), una forma de muerte sacrificial. Era el destino de la gente común. En cambio, los nobles preferían ser consumidos por el fuego o por el enemigo, un destino más digno, que evitaba ser comido por la tierra, en sus palabras una muerte detestable.
Imagen: Izquierda: La cueva como entrada de la tierra devoradora. Códice de Tepetlaoztoc, f. 2. Derecha: Cuchillo sacrificial con la capacidad de devorar. Códice Vaticano B, p. 95. Fotos: Biblioteca Nacional de Antropología e Histora.
Stan Declercq. Arqueólogo por la ENAH con maestría y doctorado en estudios mesoamericanos por la UNAM. Posdoctorante en el posgrado de arqueología de la ENAH. Es autor del libro Cautivos del espejo de agua (INAH/Bonilla).
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Declercq, Stan, “Depredación y canibalismo. Una breve introducción”, Arqueología Mexicana, núm. 180, pp. 28-33.