La pintura corporal contemporánea de los indígenas del Gran Nayar es una práctica eminentemente ritual y, por lo tanto, efímera. El cuerpo se decora de manera especial solamente para ciertas ocasiones, pues los seres humanos, a partir de ese maquillaje sagrado, se convierten temporalmente en determinados seres del otro mundo. El aspecto más importante para comprender la significación general de las pinturas corporales de los coras y huicholes es ubicarlas dentro de su mutua relación en tanto contrapartes simbólicas de un sistema dualista.
Según el cosmograma nativo, el eje preponderante corresponde al oriente-poniente, pues es la ruta cotidiana del Sol por la bóveda celeste. El eje norte-sur es secundario, pues representa el tránsito estacional de dicho astro en el horizonte. Los huicholes ocupan la parte oriental -de arriba- del territorio indígena serrano, en tanto los coras habitan la parte occidental -de abajo.
Durante el periodo del equinoccio de primavera se celebra la muerte del Sol a manos de las fuerzas de la oscuridad y su posterior resurrección y triunfo sobre ellas. De esta manera, en las representaciones teatral-dancísticas de la actual Semana Santa (xumuabikajetse) , a los coras -en tanto seres occidentales, acuosos y oscuros- les toca enatizar la parte argumental de enemigos y victimarios del Sol. Por ello, los varones de cada comunidad se transforman durante los tres "días santos" en seres del inframundo, pintando su cuerpo junto a fuentes de agua (ríos, arroyos, posas).
Tomado de Jesús Jáuregui, “Los guerreros coras y los peregrinos huicholes. La tradición nativa de la pintura corporal y facial”, Arqueología Mexicana, núm. 65, pp. 68-71.