El primer reporte de la presencia de equinodermos en la zona arqueológica de Tula, en el actual estado de Hidalgo, se debe al Proyecto de la Universidad de Missouri-Columbia, fundado en 1971 por el arqueólogo Richard A. Diehl. Un equipo comandado por Margaret D. Mandeville y Dan M. Healan exploró en aquel entonces varias residencias de elite en la localidad urbana de El Corral, ubicada entre la plaza de Tula Chico y la pirámide de El Corral. De la primera residencia (Estructura 1) se exhumaron nueve cuartos, el más importante de los cuales medía 6.5 x 6 m (Cuarto1-1). Contaba con cuatro huellas circulares en el piso, correspondientes a un número igual de columnas que alguna vez enmarcaron –al centro de dicho cuarto– un patio abierto por el que ingresaba la luz natural, el viento y la lluvia.
Grande fue la sorpresa de los arqueólogos al descubrir, bajo tres de dichas huellas, sendas ofrendas dedicatorias que en su conjunto reunían una cuenta de caracol Olivella, un cristal de cuarzo y 1 700 enigmáticas placas calcáreas de reducidas dimensiones. Éstas pertenecían a estrellas de mar de la especie Nidorellia armata, según el revelador análisis de Maureen E. Downey (1921-2000), una prestigiada zoóloga del Smithsonian Institution que, no está por demás evocarlo, era conocida en su gremio como “The Starfish Lady” (la dama de las estrellas de mar).
Dos décadas más tarde se recuperaron más placas calcáreas en el marco del “Proyecto: Mantenimiento, conservación y estudio de la zona arqueológica de Tula”, dirigido por el arqueólogo Robert H. Cobean del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Entre junio de 1993 y junio de 1994, Elba Estrada Hernández –asistida por Héctor Patiño– se encargó del Palacio Quemado, edificio bautizado así porque sucumbió a un incendio provocado hacia 1150-1175 d.C.
Como es bien sabido, el Palacio Quemado fue explorado en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado por el arqueólogo Jorge R. Acosta (1904-1975). Se trata de un complejo arquitectónico de dimensiones ciclópeas que cierra la Gran Plaza de Tula Grande por el septentrión. Está conformado por una plataforma sobre la que se edificaron tres amplias salas, las cuales no se comunican entre sí: la Sala 1, de 537 m² y con entrada por el oriente; la Sala 2, de 657 m² y acceso por el sur, y la Sala 3, de 518 m² y entrada por el poniente. En torno a dichas salas, y conectados con ellas, hay tres pórticos alargados y seis cuartos pequeños. Todos estos espacios, vale mencionar, estuvieron originalmente cubiertos con un techo plano, sostenido por verdaderos bosques de pilastras y columnas.
Autores: Leonardo López Luján, Francisco Alonso Solís Marín, Belem Zúñiga Arellano, Andrea Alejandra Caballero Ochoa, Carlos Andrés Conejeros Vargas, Daniel Mireles Velázquez, Quetzalli Yoalli Hernández Díaz, Robert H. Cobean.
Tomado de Leonardo López Luján et al., “Estrellas de mar en la antigua ciudad de Tula: la Ofrenda 1 del Palacio Quemado”, Arqueología Mexicana, núm. 189, pp. 68-75.