La fabricación de estatuas –de piedra, cerámica y madera– fue una tradición común en Mesoamérica. Aunque en algunos casos pueden haber sido retratos de gobernantes, en su gran mayoría lo que representan es a dioses o a personajes ataviados como tales. Es muy posible que esas estatuas fueran parte de escenificaciones rituales que se llevaban a cabo en tiempos y espacios específicos, que estuvieran en templos dedicados a las deidades que representan o que tuvieran ambas funciones.
El Adolescente de Tamuín muestra rasgos asociados a la elite huasteca, como la desnudez, la modificación de la cabeza, el limado de dientes y el uso de nariguera. Lleva el cuerpo adornado con numerosos símbolos, tal vez tatuados, que en su mayoría aluden a la fertilidad, como las mazorcas y las piedras preciosas. Otros representan a un ser sobrenatural relacionado con el agua. El Adolescente representa un ser relacionado con la fertilidad, posiblemente al dios Joven del Maíz. Esto daría sentido a la pequeña figura que lleva en la espalda: según un mito huasteco, el dios del maíz rescató a su padre muerto por los dioses del trueno para resucitarlo y enseñarle cómo cultivar. Por eso lo lleva en la espalda, pero éste decide regresar al mundo natural convertido en venado.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique, “16. El Adolescente, Tamuín. San Luis Potosí”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 96, pp. 42-43.