Año 1 ácatl, “1 caña”(1519). Un encuentro de dos epistemes II

Patrick Johansson

Inmanencia indígena

En el mundo indígena, en cambio, prevalecía la inmanencia, postura existencial “inherente a algún ser o unido de manera inseparable a su esencia” (DRAE). Como lo revela el análisis de las fuentes, el indígena náhuatl se situaba en una relación de inmanencia con su entorno natural; se consideraba parte del mundo como las plantas y los animales, y su saber era afín a sus planteamientos religiosos. El mundo no había sido creado ex nihilo por un ser exterior y trascendente sino que se había expandido in illo tempore. Las divinidades, aun cuando tenían nombres propios e imágenes antropomorfas o zoomorfas que los identificaban, representaban entes naturales. La observación de los fenómenos astronómicos si bien permitía prever eclipses y definir el curso de los planetas, era antes que nada una lectura astrológica del cielo que ubicaba al hombre en el espacio-tiempo.

En un ámbito filosófico, más que acentuar la distancia trascendental entre el sujeto conocedor y el objeto por conocer, el saber indígena tendía a reducirla y colmar el abismo que la conciencia humana había instaurado entre él y el mundo. A la nitidez de una abstracción conceptual, los antiguos nahuas preferían una fusión simbólico- sensible del saber en una expresión cultural que producía un sentido no siempre inteligible si bien aprehensible en otros niveles cognitivos. En este contexto de un saber sensible, a diferencia de la lógica occidental, la causalidad indígena era una causalidad de la impresión generada por la estructuración verbal de los mitos, la semiología iconográfica de los códices, y una asunción somática en danzas rituales. Para dar tan sólo un ejemplo, la muerte cuya causa era, desde el punto de vista cristiano, “el pecado original”, representaba para los indígenas la culminación de todo cuanto había existido. Siendo naturalmente inexorable, la esperaban, y su omnipresencia en el mundo era sentida en cuerpo y alma más que sabida.

El concepto de “verdad”

desde el punto de vista cristiano Los españoles que llegan en 1519 traen, con la Cruz, la imagen de la Virgen y la bandera del Espíritu Santo, al “Dios único y verdadero”, y la verdad en singular, singularidad religiosa que se ve reforzada con las aportaciones de la ciencia y la tecnología incipientes. La verdad occidental trascendía, se desprendía del sujeto que la concebía y buscaba ser objetiva. Por otra parte, siguiendo los planteamientos aristotélicos, se oponía de manera exclusiva y excluyente a una no-verdad.

La verdad indígena está en la raíz

La noción indígena de “verdad”, nelli o nelliztli, era distinta. Como indica la etimología de la palabra náhuatl para “raíz”, la verdad indígena era radical e inmanente al mundo, es decir al mundo natural. En efecto, encontramos en el vocablo náhuatl nelhuayotl, “raíz”, el radical léxico nel(-li), “verdad”, y los morfemas -hua y -yotl, respectivamente de posesión (o de presencia) y de abstracción. Etimológicamente nel-hua-yotl es “lo que entraña la verdad”. Se colige de lo anterior que la mentalidad náhuatl realizaba una fusión conceptual entre las nociones de “raíz” y “verdad”. La verdad indígena alimentaba el cuerpo colectivo como la raíz nutre la planta, tomando de la madre-tierra los ricos minerales que transformaba en savia vital.

A diferencia del logos occidental que establecía el principio de no-contradicción y oponía lo verdadero a lo falso como términos excluyentes de una dicotomía lógica, la cognición indígena prehispánica consideraba como “verdad” lo que permitía el desarrollo óptimo y armonioso de una colectividad o un individuo en el espacio- tiempo en el que se integraban. La verdad en este contexto no se oponía a una “no-verdad” que la contradijera de manera dialéctica. La verdad radical indígena permitía a la colectividad florecer, dar sus frutos culturales e integrarse de manera armoniosa, “ecológica”, a su entorno natural.

 

Patrick Johansson K. Doctor en letras por la Universidad de París (Sorbona). Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas y profesor de literaturas prehispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras, ambos en la UNAM.

Johansson K., Patrick, “Año 1 ácatl, “1 caña”(1519). Un encuentro de dos epistemes”, Arqueología Mexicana, núm. 159, pp. 13-17.

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