Enredo
El atuendo femenino fue mucho más limitado que el masculino. La prenda básica fue el enredo, indispensable en todo Mesoamérica y usado desde el Preclásico Medio hasta la llegada de los españoles. Fue el equivalente del máxtlatl masculino.
Huipil
Los torsos se cubrieron con prendas de dos tipos. Una de ellas fue el huipil: túnica suelta, sin mangas, compuesta de dos o más lienzos añadidos, que caía a una altura que podía variar entre la rodilla y los tobillos. Se usó entre los mayas desde el periodo Clásico hasta el primer contacto con los españoles. Tras la conquista, el huipil dejó de usarse en el área situada al norte de una línea imaginaria desde Veracruz hasta Guadalajara y el Pacífico. En esta zona, la prenda del torso es diferente y subsiste hasta nuestros días.
Quechquémitl
Era una prenda formada por dos rectángulos unidos de manera que los picos de la prenda caen al frente y por la parte de atrás como triángulos. Esta prenda, identificada en las representaciones arqueológicas, parece haber sido usada por las antiguas deidades de la fertilidad. Tal vez se utilizó por primera vez en la costa del Golfo, pues el quechquémitl fue -y aún lo es- la prenda por excelencia de esa región.
Otras prendas femeninas
Además de estas dos prendas, las mujeres del Clásico maya aparecen a veces con enredos de cuerpo entero; las figurillas de Teotihuacan ocasionalmente llevan capas sobre los huipiles y las diosas de las tierras bajas mayas del Posclásico Tardío, de igual manera, se representan con faldillas a la cintura.
Hay representaciones de atuendos en un códice del occidente de México, pintado durante el periodo colonial, donde aparecen prendas que no corresponden a las usadas en el resto de Mesoamérica durante el Posclásico Tardío. El misionero español fray Jerónimo de Alcalá compiló la Relación de Michoacán entre los informantes y pintores nativos, entre 1539 y 1544. Sus escenas representan a los tarascos prehispánicos con prendas distintas. En tanto que los vecinos de los tarascos usaron siempre taparrabos largos y capas rectangulares, ellos, en cambio, son representados con pantalones cortos y camisas a manera de túnicas, casi siempre a cuadros. Las mujeres mesoamericanas del Altiplano central siempre aparecen con largos y modestos enredos y huipiles o quechquémitl: las tarascas, por su parte, a pesar de vivir en frías altitudes entre 2 100 y 2 700 metros, aparecen con faldas cortas, ceñidas y a cuadros, y una pequeña capa sobre un hombro o con el torso completamente desnudo.
Este tipo de prendas tarascas puede verse también en las figurillas sepultadas más de mil años antes en las tumbas de Ixtlán del Río, Nayarit, en el occidente mexicano. Este atuendo extramesoamericano encuentra su par sólo en Ecuador, desde 1500 a.C. hasta la conquista española. Las figuras fúnebres de occidente, con prendas y decorados semejantes, muestran atuendos parecidos en Nayarit, ya desde 400 a.C. Los testimonios coloniales españoles, así como otros datos, permiten suponer que hubo un contacto marítimo esporádico entre Ecuador y el occidente de México desde la época referida y hasta bien entrado el siglo XVI.
Traducción: Elisa Ramírez Castañeda
Patricia Rieff Anawalt. Doctora en antropología por la UCLA. Directora del Centro de Estudios del Atuendo Regional del Museo Fowler de Historia Cultural, Universidad de California, Los Angeles.
Rieff Anawalt, Patricia, “Atuendos del México Antiguo”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 19, pp. 10-19.