Muchos cambios se han dado con el advenimiento de la disciplina de la arqueología de cuevas mayas, fundada hace más de tres décadas por James Brady. Hemos pasado de los conceptos preliminares, como el de Silvanus Morley, que consideraba a los cenotes, básicamente, como sitios de obtención de agua, hasta las nuevas interpretaciones del profundo simbolismo de las cuevas como referentes del paisaje ritual. Los cenotes han carecido de una adecuada interpretación debido al error de no haberlos considerado como cuevas. Los cenotes son sitios de origen de la vida, de nacimiento de los linajes, de legitimación política y, además, son lugares de naturaleza dual donde se manifiesta al mismo tiempo la vida y la muerte, por lo que son los conductos adecuados para el tránsito de los espíritus de los muertos. Son morada de deidades, oráculos y sitios donde ocurre la sacralización de órdenes militares y el balance de las fuerzas cósmicas. ¿Cómo limitarlos, entonces, a la simple función de cisternas?
El cenote
Sin duda, Holtún representa muchas de las cualidades sagradas manifiestas líneas arriba. La cueva inundada se localiza a 2.6 km de la Plaza Central de Chichén Itzá y se comunica con el sitio a través del sacbé 40, que termina a unos cuantos metros al sur del cenote. A diferencia de los otros grandes cenotes de Chichén Itzá, el Sagrado, Xtoloc y Xkanjuyum, el domo de la gran cámara que forma el Cenote Holtún no ha colapsado, por lo que el acceso se hace a través de una abertura rectangular en el techo de 2.37 x 1.40 cm. Tal entrada fue modificada radicalmente por los antiguos mayas, para darle sus dimensiones perfectamente rectangulares. Hemos documentado incluso perforaciones en las paredes de la entrada y que deben haber funcionado como anclajes para cuerdas o incluso escaleras.
El cenote está en el centro de una gran plaza en una zona que estuvo densamente poblada durante el esplendor de Chichén Itzá. Hago énfasis en esto porque los mapas del sitio usualmente se restringen al mapa de la Institución Carnegie de Washington de los veinte del siglo pasado. El cenote se empezó a explorar como parte de las actividades de elaboración de mapas del “Proyecto Chichén Itzá. Estudio de la comunidad Clásico Terminal”, dirigido por el arqueólogo Rafael Cobos. Chichén Itzá es una ciudad muy extensa y en la zona en realidad se ha realizado muy poco trabajo arqueológico. Holtún es importante, entre otras cosas, porque es el único cenote en Chichén Itzá, además del Sagrado, que ha sido investigado arqueológicamente.
Guillermo de Anda. Investigador de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH y director del proyecto Gran Acuífero Maya. Arqueólogo subacuático con estudios de maestría en antropología esquelética (UADY) y de doctorado en estudios mesoamericanos (UNAM).
De Anda, Guillermo, “El Cenote Holtún y la arqueología de cuevas mayas”, Arqueología Mexicana, núm. 156, pp. 64-71.
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