El color rojo en el Códice Florentino

Diana Magaloni Kerpel

Los rojos

Identificamos que se usaron dos colorantes orgánicos y dos pigmentos minerales rojos. El colorante rojo más empleado es el nocheztli o cochinilla en sus diferentes estados de pH. Por ejemplo, se puede observar en la representación – que aparece en el Códice Florentino, lib. III, f. 213r.– de Quetzalcóatl con el gorro, la faja y la parte interior del escudo pintados con nocheztli en su tonalidad roja; las plumas que decoran el costado del brazo y las tiras que penden del escudo se pintaron con la tonalidad naranja, que tiene el pH más ácido. La capa blanca del viejo fue sombreada con cochinilla en estado alcalino, que produce un color café (y algunas veces morado). La cochinilla se identificó mediante FTIR por su compuesto característico, el ácido carmínico, que aparece en estos tres casos.

El tratado nahua de color menciona otros dos colorantes: el achiotl, achiote (Bixa orelana), que se describe como “rojo claro”, y otro que se produce con la corteza del uitzquáuitl o palo de Brasil (Haematoxylum brasiletto), que se utilizaba principalmente para teñir telas (Florentine Codex, book XI, p. 241).

En el Códice Florentino hay pinturas particulares que contienen la mezcla de un colorante rojo no identificado y un pigmento mineral rojo. En el libro I, f. 18v., por ejemplo, la diosa Coatlicue, madre de los dioses al principio del tiempo y simbólicamente la Tierra misma, está pintada completamente de rojo ladrillo, que en los análisis resulta diferente del nocheztli y probablemente es achiotl o palo de Brasil (Para conocer el empleo extendido del achiote como pigmento véase Elena Phipps, “Textile Colors and Colorants in the Andes”, en Wolf y Connors (eds.), Colors Between Two Worlds, pp. 273-274). Los estudios científicos indican también que el color de Coatlicue contiene un alto porcentaje de fierro, lo que sugiere que el colorante orgánico se ha mezclado con un mineral a base de óxido de fierro que puede ser hematita y que en náhuatl se llama tláhuitl. La figura que aparece en el  apéndice del libro IV, f. 329v., representa el signo xóchitl, flor, en la lámina del tonalpohualli, calendario ritual, del libro IV. El calendario estaba compuesto por 20 signos y 13 numerales que se combinaban para dar un total de 260 días. Como se ve en la imagen, por encima del colorante, que es nocheztli, se aplicó una capa de rojo más brillante identificado como el mineral cinabrio (sulfuro de mercurio), también llamado bermellón.

La adición de cinabrio se encontró asimismo en las fauces rojas del signo cipactli, cocodrilo. Resulta interesante que estos dos signos repintados con cinabrio son el alfa y el omega del calendario ritual, ya que cipactli es el primer día y xóchitl el último. En todos los ejemplos citados, la adición de un pigmento mineral al colorante no modifica el valor cromático “rojo”, por lo que su presencia debe tener un significado ulterior.

Como se mencionó antes, el tratado nahua registra un solo pigmento mineral rojo llamado tláhuitl (Dibble y Anderson lo traducen como “red ocher”, en Sahagún, Florentine Codex, book XI, p. 243). La pintura que lo ilustra muestra en dos recuadros paralelos al tláhuitl (rojo) junto con otro mineral blanco llamado tízatl, ambos en su medio natural. El tláhuitl se representa como trozos compactos de forma cilíndrica que se han sacado del interior de una cueva; el tízatl es una arcilla lodosa que se encuentra en el fondo del lago y se calienta para obtener el pigmento. Ambos lugares de obtención, la cueva y el fondo del lago, son en la cosmovisión indígena sitios de acceso al inframundo, un espacio alterno regido por otro tiempo, donde habitan los ancestros y la materia húmeda, pesada, femenina y oscura del tiempo de creación (Alfredo López Austin, Tamoanchan y Tlalocan, FCE, México, 1994, pp. 23-29.) El tláhuitl es por tanto un mineral rojo codificado como un material telúrico y pesado, proveniente del inframundo. Probablemente el tláhuitl es la hematita, sin embargo, el cinabrio es también un mineral que se obtiene en minas y en este sentido ambos comparten la misma categoría telúrica (Leonardo López Luján et al., “Línea y color en Tenochtitlán. Escultura policromada y pintura mural en el recinto sagrado de la capital mexica”, Estudios de Cultura Náhuatl, 36, 2005, pp. 18.)

En oposición al mineral tláhuitl, los colorantes rojos (nocheztli y achiotl) son manufacturados, respectivamente, a partir de un insecto que vive en las pencas de nopal y con las semillas de un fruto; ambos son productos que crecen en la superficie de la tierra gracias a la luz del Sol; es decir, pertenecen, en la visión nahua del mundo, a otro ámbito cósmico, el luminoso, caliente, ligero y masculino supramundo solar. Esta división en dos tipos de materia, comenta Alfredo López Austin, está en el origen del mundo, cuando los dioses hacen emerger a la tierra, que es un gran cocodrilo cósmico llamado Cipactli, del fondo oscuro de las aguas primigenias y la dividen en dos: “en su mitad superior se crean los dioses y las fuerzas calientes, secas y luminosas; en su mitad inferior, lo frío, húmedoy oscuro”( Alfredo López Austin, Tamoanchan y Tlalocan, pp. 25-30.)

 

Diana Magaloni Kerpel. Doctora en historia del arte por la Universidad de Yale. Fue directora del Museo Nacional de Antropología. Investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

Tomado de Diana Magaloni Kerpel, “Los rojos”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 90, p. 44-48.