Entre las plantas comestibles domesticadas por los pueblos mesoamericanos, el maíz desempeñó un papel determinante en la alimentación y en la vida religiosa. Su importancia quedó manifiesta en todas las regiones de esa macroárea cultural, por lo que existen representaciones gráficas de la gramínea, así como de los dioses vinculados con ella, desde el Preclásico hasta el momento de contacto con los conquistadores españoles.
Durante la época colonial, además de algunas representaciones pictóricas todavía dentro de la tradición autóctona mesoamericana, se escribieron documentos en caracteres latinos que nos permiten, a través de las tradiciones registradas en ellos, conocer la importancia que dicha planta tuvo no sólo como alimento sino también en las cosmogonías y en otros aspectos de las religiones prehispánicas.
Así, en el Popol Vuh encontramos que los dioses, después de varios intentos fallidos con otras sustancias, crearon a los hombres mayas de masa de maíz. Por la Leyenda de los Soles, sabemos de las peripecias que hubo de realizar Quetzalcóatl para obtener los granos de la planta, que serían el sustento vital de los hombres que habitan en la era del Quinto Sol.
Por otra parte, a través de los diversos cronistas, religiosos en su mayoría, conocemos la naturaleza, características y nombres de algunas de las deidades posclásicas asociadas a esa gramínea.
El dios del maíz entre los olmecas
Quizás el culto al maíz sea tan antiguo como la planta misma, y seguramente se inició hace más de cinco mil años, cuando las primeras sociedades agrícolas domesticaron el teocinte; sin embargo, los materiales arqueológicos disponibles nos muestran que no es sino hasta el horizonte olmeca cuando aparecen las primeras pruebas gráficas del culto. Después de un inventario y análisis de dichas pruebas, Peter Joralemon, en su trabajo sobre iconografía olmeca, propuso la existencia de una deidad asociada con el cereal. La denominó dios II y, aunque reconoce seis variantes, todas muestran símbolos asociados al maíz que parecen germinar de la cabeza hendida de ese ser. El brote puede salir de la hendidura misma o puede estar impreso en la frente.
En Izapa, algunas estelas nos muestran una deidad nariguda vinculada con el agua, pues de la boca emana una corriente del líquido. En la parte superior de la cabeza de ese ser, especialmente en el caso de la Estela 67, encontramos la representación de un elemento tripartita, característica distintiva de la mazorca de maíz.
No conocemos una imagen teotihuacana del dios del maíz; sin embargo, en los murales del Palacio de Zacuala, un personaje que por su anteojera circular ha sido asociado con Tláloc lleva en la espalda una red llena de mazorcas. Al mismo tiempo, en una de sus manos porta una planta del cereal, de manera similar a la que lleva el Tláloc de la llamada Piedra del Maíz, procedente de Castillo de Teayo, en Veracruz. Una figura semejante de Tláloc, con una caña de maíz en la mano como signo de la abundancia, se observa en varios códices del altiplano central.
Teniendo en mente esas representaciones, Alfonso Medellín sugirió que uno de los personajes del monumento de El Viejón, que ahora se exhibe en el Museo de Xalapa, bien podría ser un dios olmeca vinculado con el maíz por llevar la planta de ese cereal en la mano.
El dios del maíz entre los zapotecas
Alfonso Caso, en su trabajo sobre las urnas de Monte Albán, identificó varios dioses zapotecas. Entre ellos, señala que el dios del glifo L, del complejo del maíz, es Pitao Cozobi. Apoyado en el vocabulario zapoteca del padre fray Juan de Córdova, nos dice que es el “dios de las mieses”, puesto que cozobi significa “comida abundante”. Él lo traduce como “dios de los mantenimientos” y, por consiguiente, “dios del maíz”.
También nos informa de las relaciones y diferencias entre el dios L y Pitao Cocijo, el dios de la lluvia, y considera que existe una gran conexión entre ambos dioses, pues los dos suelen llevar mazorcas en el tocado.
El dios del maíz entre los mayas
En el área maya, por otra parte, contamos con innumerables representaciones de una deidad vinculada con el maíz. Desde fines del siglo pasado y principios de éste, se ha registrado un gran número de signos e imágenes asociadas a esa planta.
Los iniciadores fueron Ernest Förstemann y Cyrus Thomas, quienes identificaron el signo del cuarto día del calendario ritual maya con un grano de maíz. Corresponde al cuetzpallin náhuatl y es llamado kan en yucateco, khanan en tzeltal y tzotzil, cana en chuj y jacalteco, katch en ixil y can en quiché y pocomchí.
Paul Schellhas, en su trabajo sobre deidades mayas en los códices, identificó al dios del maíz y lo clasificó con la letra E. Su reconocimiento fue posible porque en la cabeza de ese ser aparecía la característica foliación del maíz emergiendo de un glifo kan.
Por su parte, Eduard Seler propuso que la cabeza del número ocho era la del dios del maíz y, siguiendo las pautas de Schellhas, Herbert Spinden identifica esa deidad en representaciones escultóricas del periodo Clásico. En esos monumentos, la figura se muestra como una deidad joven, cuya cabeza está a veces entre el follaje para indicar que se trata de la mazorca que sale de la planta. El mejor ejemplo de lo anterior puede observarse en el tablero de la Cruz Foliada de Palenque; y algunas figuras similares de mazorcas humanizadas también están presentes en la página 53 del Códice Borgia y en los murales del Templo Rojo de Cacaxtla.
Finalmente, otros señalamientos importantes sobre esa deidad maya han sido propuestos por Karl Taube, quien la identificó en los glifos del Clásico Temprano y además propuso que los dioses descendentes del Posclásico también la representan.
En los tres códices mayas, las imágenes de la deidad son bastante frecuentes, dado que contamos con más de cien caracterizaciones de ella. Lo más común es que de la cabeza del personaje, de facciones jóvenes, broten las hojas de la planta. Por mucho tiempo, erróneamente se le llamó Yum Kash, pero ahora se ha propuesto el nombre de Hun Nal Yel y se le identifica con Hun Hunahpu, padre de los héroes gemelos del Popol Vuh, quien fue decapitado por los señores del Xibalbá.
Tomás Pérez Suárez. Arqueólogo egresado de la ENAH. Maestro en estudios mesoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue investigador en el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.
Pérez Suárez, Tomás, “El dios del maíz en Mesoamérica”, Arqueología Mexicana, núm. 25, pp. 44-55.