El guajolote: víctima sacrificial y “limpiador” en la Danza de los Voladores
En Xico, Veracruz, el sonido del trueno es representado por Nanahuatzin, deidad creadora mexica, San Juan y el totol. Este último es identificado con el Chalchiutotolin, un nahual de Tezcatlipoca (Noriega, 2008, p. 36).
Vientos y truenos, fenómenos atmosféricos, al mismo tiempo que seres sobrenaturales entre los totonacos son invocados en la Danza de los Voladores para que propicien la llegada del agua necesaria para la milpa. Es por esta misma razón que Alain Ichon (1969, p. 389) afirma: “la danza vino del agua; por eso, cuando muere un danzante, se dirige al Oriente, a la región del agua, para regocijarse con aquellos que los han enviado”.
Los danzantes voladores, entonces, antes de poner en la tierra el palo, de “sembrarlo” en la plaza del pueblo, frente a la iglesia, excavan un hoyo, en el cual depositan huevos (a veces, en sustitución del guajolote, a veces, junto a él), un guajolote negro, tabaco y flores; también esparcen aguardiente alrededor del hoyo, en las cuatro direcciones.
A veces, antiguamente, en lugar del guajolote se ponían siete pollitos (Castro DeLaRosa, 1985, p. 48) o siete huevos. Hoy día, si no hay guajolote, que es caro y difícil de conseguir, se pone un pollo negro.
Imagen: Levantamiento del palo volador. Foto: Luisa Villani. La Danza de los Voladores (detalle). Ilustración digital: Raíces
Luisa Villani. Doctora en estudios mesoamericanos por la UNAM y posdoctorante en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Se especializa en lingüística, antropología y ciencias cognitivas. Estudia las variantes de la lengua totonaca de algunas comunidades que pertenecen a los municipios de Papantla, Coxquihui y Zozocolco.
Villani, Luisa, “El guajolote: víctima sacrificial y “limpiador” en la Danza de los Voladores”, Arqueología Mexicana, núm. 176, pp. 65-69.