El maíz, más que un alimento

Enrique Vela

Como a la llegada de los españoles el maíz era un producto omnipresente en la mesa, se generó la idea de que fue el alimento principal de las sociedades mesoamericanas de todas las épocas. Sin embargo, de acuerdo con recientes investigaciones sobre la paleodieta de poblaciones prehispánicas (que permiten determinar las cantidades de ciertos alimentos que se consumían), en el Preclásico Temprano (2500-1200 a.C.) el papel del maíz en la dieta era moderado. Algunos autores han sugerido que en ese entonces el grano tendría más bien usos rituales (recordemos aquí a la pareja primigenia de la mitología náhuatl, que adivinaba el destino de los hombres arrojando granos de maíz) y con él se elaboraban bebidas fermentadas que se consumían durante ciertas ceremonias religiosas. Cabe señalar que, de acuerdo con estudios lingüísticos, las palabras que se refieren al maíz en un contexto religioso son más antiguas que las que lo nominan como alimento. No fue hasta alrededor de 1000 a.C. que el maíz se convirtió en un ingrediente fundamental de la dieta. Entre los mayas parece haber sido un alimento que se consumía más entre la elite que entre la gente común. Que en la época previa a la conquista fuera el alimento principal puede estar relacionado con el aumento de la población, con la creciente complejidad del sistema político y de las relaciones económicas, situaciones en las que su capacidad productiva y el que sus granos se pudieran almacenar por largo tiempo influyeron para que se convirtiera en el alimento principal.

Con la llegada de los españoles y la introducción de nuevos cultivos y productos, el complejo entramado económico, simbólico y alimenticio tejido alrededor del maíz experimentó cambios significativos, aunque –como en pocos aspectos de la cultura indígena– encontró las maneras de sobrevivir. En la actualidad, el maíz no sólo aporta casi la mitad de las calorías que consumen los mexicanos, sino que alegra nuestras mesas día a día con platillos en los que, si bien confluyen ingredientes originarios de otras latitudes, mantienen su esencia original.

Imagen: La milpa por Santiago Chino. Dibujo en papel amate. Museo Nacional de Antropología. Foto: Archivo Digital de Las Colecciones del MNA. INAH-CANON.

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Vela, Enrique, “Más que un alimento”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 98, pp. 46-47.