La domesticación
El maíz con las características que conocemos ahora es producto de la evolución de la especie silvestre llamada teocintle, la de genética más cercana a la planta cultivada. El teocintle, como otros cereales en el mundo, tenía características que la hacían atractiva para los grupos de cazadores-recolectores, los que la buscaban por su abundancia, por lo relativamente sencillo que era retirar sus semillas (los granos) y porque éstos resultaban aptos para su consumo. Esta manipulación selectiva, en el caso del teocintle enfocada en la recolección de los granos, fue dando lugar a modificaciones en la estructura de la planta de maíz, que se convirtió en una en la que los granos no estaban cubiertos por gruesas membranas, sino por hojas, y no se desprendían. Además, el tamaño de la mazorca era mayor y consecuentemente con más cantidad de granos. El hecho de que los granos no se desprendan solos de la mazorca hace de la reproducción de la planta un aspecto que depende de la intervención del hombre, quien debe sembrarla en el suelo y vigilar y procurar su crecimiento.
Lo más probable es que este proceso de domesticación haya tenido lugar en la región del río Balsas (Guerrero). Aunque no se ha establecido con precisión cuándo ocurrió, ni cuánto tomó ese proceso, es posible suponer que fue uno bastante extenso. Ese proceso y el posterior desarrollo de las técnicas de cultivo en distintas regiones seguramente tomaron siglos. No se exagera si se le considera como el evento fundador de las culturas de épocas posteriores. A partir de que su cultivo se convirtió en la actividad principal, las sociedades nómadas de cazadoresrecolectores se convirtieron en agrícolas y sedentarias.
Imagen: Cultivo de maíz en Coxcatlán, Puebla. Museo Nacional de Antropología. Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique, “El maíz mexicano en la historia”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 98, pp. 34-38.