Las primeras sociedades agrícolas
La transformación en sociedades agrícolas plenas fue también un proceso gradual. En una primera fase, ante una manipulación selectiva por parte del hombre, la planta se va haciendo más apta para el consumo humano; es lo que algunos autores llaman domesticación incidental. En una siguiente etapa, llamada domesticación especializada, la evolución se da no sólo en las plantas, sino que el hombre mismo modifica sus pautas de conducta, pues su preferencia por las plantas más aptas lleva a que recurra con mayor frecuencia a los lugares en que se les encuentra, y una vez que éstas le proporcionan la cantidad de nutrientes suficientes, termina por asentarse en sus cercanías. Las plantas domesticadas se convierten en las más comunes en los sitios con presencia del hombre, quien las procura y las aprovecha. A la larga, esta relación se intensifica. La selección de los rasgos más atrayentes para el hombre se hace más intensa y hace la planta cada vez más útil, aunque en la medida que se modifican sus hábitos naturales de dispersión y desarrollo, se vuelve más dependiente de la intervención del hombre. Por su parte, éste también depende cada vez más de esas plantas para su subsistencia, y por ello gran parte de sus actividades gira alrededor de su cultivo. Además del maíz el repertorio de cultivos mesoamericanos incluía, entre muchas otras, plantas como el frijol, la calabaza, el chile y el jitomate.
Imagen: Milpa. Códice Vindobonensis, lám. 11. Foto: Gerardo Montiel Klint / Raíces.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique, “Las primeras sociedades agrícolas”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 98, pp. 38-39.