Los olores del cielo y del inframundo
Además de desempeñar importantes papeles a nivel social, medicinal y ritual, los olores estaban asociados a creencias cosmológicas primordiales en la época prehispánica. Como se indicó, varias sociedades mesoamericanas concebían al mundo de los muertos como un lugar maloliente. Los mayas, en particular, imaginan la entrada a este espacio como la boca de una cueva que apesta a cuerpos en descomposición, en tanto que el dios que reina allí se conocía por sus pedos y por consumir “lo podrido y desechado y hediondo”. En el México central, el Mictlan, “lugar de los muertos”, era pensado como una inversión del mundo de los vivos; una creencia que sigue vigente en varias comunidades indígenas actuales. Es por eso que en un pasaje de la obra de Bernardino de Sahagún se dice que los habitantes del Mictlan comen “todo lo que no se come en la tierra”, en particular tamales de pinacates, es decir, de insectos que se caracterizan por sus flatulencias nauseabundas y por vivir en la inmundicia. En este orden de ideas, es revelador que los códices prehispánicos de esta área cultural muestren a menudo a los dioses del Mictlan comiendo excrementos.
Élodie Dupey García. Investigadora del IIH de la UNAM. Es doctora en historia de las religiones por la École Pratique des Hautes Études de París. Se especializa en la historia cultural del México prehispánico, principalmente en temas del color y del olor en la cultura náhuatl.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Dupey García, Élodie, “De vírgulas, serpientes y flores. Iconografía del olor en los códices del Centro de México”, Arqueología Mexicana, núm. 135, pp. 50-55.
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