El nagual de la Serpiente de Fuego y el juego de pelota

Javier Urcid

 

Aunque existen muchos estudios sobre los elementos arquitectónicos y las variaciones regionales en la construcción de los juegos de pelota, vale la pena preguntarse cuáles eran los detalles escultóricos con los que usualmente se embellecían estos escenarios sagrados, y más aún, cuál era el significado de los signos plasmados. Más que ofrecer un panorama de las múltiples variaciones, mi intención aquí es enfocarme en lo que fue uno de los elementos escultóricos más comunes en las canchas del juego de la pelota, al menos en el Altiplano Central y en el Suroeste de Mesoamérica, que incluye a Guerrero y Oaxaca. Se trata de los marcadores que se empotraban en los paramentos justo al centro de la cancha.

En el imaginario popular, estos marcadores evocan la visión de aros de piedra por donde debía
pasar la pelota, una idea que puede
refutarse fácilmente por el simple hecho de que muchos de esos marcadores no eran aros, sino esculturas de seres fantásticos. La indagación sobre qué representaba la
imaginería de esos entes puede iniciarse con una imagen sencilla pero
contundente: la representación de
un juego de pelota en la p. 29 del
Manuscrito Tezcatlipoca (Códice
Fejérváry-Mayer). Ahí se ve
una cancha con dos marcadores a
la mitad, una pelota de hule al centro, en un extremo un jugador con
una manopla para golpear la pelota y en el otro una lagartija con seis
círculos amarillos en su dorso. Los marcadores ilustrados en la escena resultan ser una versión abreviada de un poderoso ego alterno de muchos gobernantes que en la tradición nahua del Posclásico se conocía con el epíteto de Xiuhcóatl (Serpiente de Fuego).

De hecho, aún existe uno de los dos marcadores esculpidos con la versión completa de la Serpiente de Fuego de una cancha en Texcoco del siglo XV o XVI, aunque el ejemplar está ahora en el Museo Británico. El ser representado es en parte serpiente, en parte lagarto. Se caracteriza por tener una extensión nasal que se curva hacia arriba y que aparece adornada por varios círculos. La cola del ofidio queda sustituida por un elemento que termina en dos formas trapezoidales, otra triangular y adornos de papel, todo él atado con varias cintas. Se notará que el último elemento trapezoidal y el triángulo que lo remata son los que aparecen en la escena del Manuscrito Tezcatlipoca, a la vez que el marcador ahora en el Museo Británico incluye parte de la pendiente de lo que sería uno de los paramentos inclinados del juego de pelota. El triángulo en la punta de la cola parece ser icónico de un rayo solar, lo que indica el carácter “luminoso” del nagual.

Otro ejemplo de un marcador con la imaginería de la Serpiente de Fuego pero mucho más antiguo (hacia el siglo X) y de un lugar distante de la Cuenca de México es el que se encontró tirado al centro de uno de los juegos en Plazuelas, Guanajuato. En este caso lo que sobresalía del muro de la cancha era la representación del ofidio con la extensión nasal curvada hacia arriba, las garras de saurio y sobre los ojos unos elementos escalonados que parecen simular unos relámpagos. Estos últimos serían los que marcan la cualidad luminosa del ego alterno.

Y si nos remontamos más atrás en el tiempo, digamos entre los siglos VI y IX, y dirigimos la mirada al suroeste de Mesoamérica, encontramos la misma práctica de colocar marcadores centrales en los juegos con otra versión local de la Serpiente de Fuego. Alfonso Caso encontró uno, ya desplomado, al centro del juego en la Plaza Principal de Monte Albán, y muchos más se han encontrado tirados, enterrados, o reutilizados en otros juegos que se han explorado en Atzompa, Xoxocotlán, Zaachila, Lambityeco, Yagul y en varias comunidades antiguas en el valle de Sola de Vega. Varios más, inclusive en forma de aro, provienen de sitios a lo largo de la costa del Pacífico en Guerrero.

 

Javier Urcid. Doctor en antropología por la Universidad de Yale. Profesor en el Departamento de Antropología de la Universidad de Brandeis, Boston, Massachussetts.

 

Urcid, Javier, “El nagual de la Serpiente de Fuego  y el juego de pelota”, Arqueología Mexicana núm. 146, pp. 79-81.

 

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