El origen de la agricultura y Richard Stockton MacNeish

Ángel García Cook

La búsqueda

Desde sus excavaciones en Tamaulipas, el investigador va a interesarse por descifrar los “misterios” del origen de la agricultura. Sus hallazgos en la sierra de Tamaulipas, en la cueva de la Perra, donde encontró maíz primitivo fechado en torno al año 2500 antes de nuestra era, los restos de maíz descubiertos en 1948 en la cueva del Murciélago, Nuevo México, de unos 3 600 años también antes de nuestra era, así como los del suroeste de Tamaulipas, donde encontró guaje o hule, chile y una especie de calabaza, con unos 8 000 años de antigüedad, una especie de frijol de alrededor de 4 000 años de antigüedad y otras plantas domesticadas más recientes, así como los descubrimientos de maíz antiguo en la cueva de la Golondrina, en Chihuahua, logran inquietar al investigador, quien a partir de entonces va a dedicarse a la búsqueda de lugares donde pueda obtener documentación para la solución de este problema: el origen de la agricultura y el concomitante sedentarismo en México.

Esos hallazgos, además de los de polen de maíz silvestre encontrado al inicio de la década de los años cincuenta en el centro de la ciudad de México a setenta metros de profundidad, así como el del maíz cultivado encontrado a seis metros bajo tierra, aunque estos últimos no anteriores a los hechos en Tamaulipas, Chihuahua y Nuevo México, refuerzan la tesis de que el maíz es una planta americana y de que su domesticación debió de producirse más al sur.

Impulsado ya por el interés básico de encontrar los orígenes de la domesticación de las plantas –del maíz primordialmente– y con ello el surgimiento de la agricultura y el inicio de los asentamientos en aldeas y pueblos y, por lo tanto, los orígenes de la civilización, Richard S. MacNeish inicia la búsqueda de un área geográfica que contara con ciertas características físicas indispensables para poder llevar a cabo las investigaciones que se había propuesto. En 1958 busca cuevas secas y que hubiesen sido ocupadas en Honduras y Guatemala y, en 1959, excava la cueva Santa Marta, en Chiapas, donde finalmente encuentra maíz y otros vegetales, incluso polen fósil de maíz. Aunque ninguno de esos restos era más antiguo que los encontrados más al norte, contaba ya con suficientes indicaciones para seguir la búsqueda.

MacNeish propone entonces realizar un programa de investigación de carácter interdisciplinario cuya finalidad fuese la de llegar a conocer los procesos de domesticación del maíz y el origen de la agricultura y del sedentarismo en México. Para llevarse a cabo, el proyecto debería realizarse en un área que tendría que cumplir con cinco premisas básicas:

Estar situada alrededor de los 2000 metros sobre el nivel del mar, ya que el maíz parece haberse derivado de una especie de yerba del altiplano;

Contar con escasa precipitación pluvial, para que se hubiesen conservado los vegetales.

Tener una gran diversidad de nichos intercomunicados que hubiesen permitido el movimiento de los primeros habitantes del área y el conocimiento de faunas y vegetales diferentes.

Contar con la presencia de cuevas en rocas calizas que hubiesen sido ocupadas en etapas tempranas de desarrollo.

Tener un área en la que se hubiese desarrollado una cultura avanzada en la época prehispánica y que estuviera situada entre la cuenca de México, Guatemala, Oaxaca y el sur de Veracruz.

El Valle de Tehuacán

Tres lugares cumplían con los requisitos de clima y geomorfología: el sur de Oaxaca, la cuenca del río Balsas-Mezcala, en Guerrero, y el valle de Tehuacán del sur de Puebla y noroeste de Oaxaca. Se visitaron esos lugares y se llegó a la conclusión de que, gracias a su clima seco y sus arroyos de agua continua, el valle de Tehuacán era el que podría ofrecer el lugar más prometedor hasta ese momento descubierto para encontrar el maíz prehistórico y los principios de la agricultura. Después de un sondeo realizado en enero de 1960 en una de las cuevas del valle, donde se encontraron pequeños olotes o raspas de maíz, de los que en un principio se pensó que eran silvestres, se elaboró el Proyecto Arqueológico-Botánico Tehuacán (PABT), el cual, con el aval de la Robert S. Peabody Foundation for Archaeology, de Andover, Massachusetts, fue enviado en septiembre de 1960 a la Fundación de Ciencias y a la Fundación Rockefeller de Estados Unidos con el propósito de obtener el patrocinio para llevarlo a la práctica. La finalidad básica era investigar el origen y desarrollo de la agricultura y el concomitante surgimiento de la civilización en Mesoamérica. Se propuso que la investigación fuese interdisciplinaria, para tratar de aprovechar la destreza de especialistas de todos los campos científicos apropiados. Los objetivos básicos inmediatos fueron: encontrar y excavar una serie de sitios arqueológicos estratificados que contuvieran restos de plantas y animales preservados que hubiesen sido usados como alimento por las gentes que habitaron esos sitios; establecer una cronología, relativa y absoluta, para el valle de Tehuacán; reconstruir, tan completamente como fuera posible, los cambios en los patrones de subsistencia y aprovechar esa información para tratar de entender el problema del origen y desarrollo de la agricultura en el Nuevo Mundo; reconstruir el patrón cultural de cada fase de la secuencia completa de Tehuacán; y comparar la secuencia de Tehuacán con secuencias semejantes establecidas en otras partes del mundo con la intención de conocer cómo se desarrolló la civilización y por qué fue dicho desarrollo.

Las investigaciones del Proyecto Arqueológico-Botánico Tehuacán son el resultado de un programa cabalmente premeditado, cuyos planteamientos y gestión llevaron varios años; por lo demás, la selección del área para su realización no fue motivo de la casualidad, sino de la intensa búsqueda para encontrar una región con las características previamente definidas, como se apuntó líneas atrás, por lo que los resultados sólo podían ser como los describe el propio MacNeish en la introducción al volumen 1 de The Prehistory of the Tehuacan Valley: “Encontramos más sitios, más estratigrafía, más artefactos, más materiales orgánicos preservados de lo que cualquiera de nosotros [Byers, Johnson y él] hubiese podido imaginarse”.

No sólo se logró establecer una amplia secuencia cultural de más de 12 000 años, sino que se obtuvo una vasta información sobre el origen, domesticación y cultivo de algunas plantas –maíz, frijol, calabaza, chile, amaranto, agave, aguacate, ciruela, zapote, etcétera–, información que ofreció pruebas concretas y en muchos casos transformó los planteamientos teóricos que se tenían sobre el particular hasta ese momento. La recuperación de más de 100 000 ejemplares botánicos, entre ellos más de 23 600 restos de maíz, proporcionó las pruebas necesarias para aclarar el origen y evolución de esa planta básica. La observación y el estudio directos de la vasta documentación vegetal recuperada han permitido que se logren grandes avances en diversos campos, aclarando interrogantes en algunos casos y planteando nuevas hipótesis en otros.

Del maíz (Zea mays) se encontraron 12 razas diferentes, algunas de las cuales se originaron hace 7 000 años; del frijol fueron cinco especies (y cinco variedades) las recuperadas; y de calabazas fueron seis especies diferentes las obtenidas; además, se obtuvo información y especímenes de otros elementos botánicos: aguacate, cacahuate, ciruela, guayaba, zapote, tomate, chile, agave, amaranto y algodón, entre otros.

En “Enviroment and subsistence”, publicado en el primer volumen de The Prehistory of the Tehuacan Valley, MacNeish apunta:

Aun partiendo de nuestros pobres datos, un hecho es evidente: hubo múltiples orígenes de la agricultura en el Nuevo Mundo. Se ha reconocido también que no hubo un solo desarrollo unilineal de la agricultura en algún lugar, sino una serie de pequeños procesos de domesticación de plantas en muchas regiones que estimularon y contribuyeron a la evolución de la agricultura sobre una extensa área.

Se tiene la impresión de que el desarrollo de la civilización y la más efectiva producción de alimentos en Mesoamérica no se deben a una sola evolución de fases de desarrollo de cultura y subsistencia, sino más bien a una serie de procesos concomitantes de diferentes zonas ecológicas que interactuaron y se estimularon entre sí, de tal manera que influyeron en el desarrollo cultural e incrementaron la efectividad de la producción de alimentos. En efecto, ¿no es esa forma de proceso simbiótico, entre agricultura y cultura, uno de los procesos causales que permitieron un incremento efectivo de la producción de alimentos y dieron origen a la civilización en Mesoamérica? […] Además, ¿no es ese proceso simbiótico […] el mismo que debe haber asumido el desarrollo en otras áreas de civilización primaria, tales como las del Cercano Oriente, Perú y aun China?

 

Ángel García Cook (1937-2017). Arqueólogo. Maestro en ciencias antropológicas. Investigador del INAH. Miembro del SNI. Participó en el Proyecto Arqueológico-Botánico Tehuacán y en el Proyecto Arqueológico-Botánico Ayacucho-Huanta. Fue director del Proyecto Arqueológico Cantona.

García Cook, Ángel, “Richard Stockton MacNeish y el origen de la agricultura”, Arqueología Mexicana, núm. 25, pp. 40-43.

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