El tamaño de las casas prehispánicas

Patricia Plunket Nagoda, Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara

Pocos sitios del Altiplano cuentan con suficiente área excavada como para exponer los patrones de los conjuntos habitacionales grandes, y a veces dispersos, que surgieron entre 900 a 400 a.C., en el Preclásico Medio, y que se volvieron comunes para el Tardío y el Terminal (400 a.C.-100 d.C.). Las aldeas de Loma Torremote, en la Cuenca de México, y Tetimpa, en el valle de Puebla, ilustran dos esquemas distintos para incrementar el tamaño de la unidad doméstica. Situada al norte de Tlatilco y ocupada entre 650 y 550 a.C., Loma Torremote contaba con casas de 30 a 40 m cuadrados para familias individuales. Contenían los mismos elementos y enseres domésticos que sus antecesoras en Coapexco y Chalcatzingo, pero, a diferencia de ellas, aquí las viviendas se delimitaban y separaban entre sí por muros de adobe. Estas unidades bardeadas se agrupaban a su vez en conjuntos de tres a seis, que llegaban a abarcar entre 300 y 450 m cuadrados.

Entre un conjunto y otro había un espacio vacío, pero Robert Santley (1993) señala que, aun así, la densidad era muy alta, con hasta 30 grupos por hectárea en el centro del asentamiento. Cada conjunto tenía una residencia mayor que las demás y con más capacidad de almacenamiento, por lo que tal vez recibía la producción excedente de las otras familias. Anexo a esa casa principal, un cuarto con otra orientación y con algunos entierros bajo su piso era probablemente donde se conmemoraba a los espíritus ancestrales de mayor rango del grupo.

Imagen: Arriba: La Operación 27 en Tetimpa ilustra el patrón básico de las casas, consistente en un patio delimitado por tres plataformas que sostenían cuartos individuales de bajareque. Abajo a la izquierda: Fogón de una cocina en la Operación 26 en Tetimpa. La conservación del arranque de las paredes de bajareque, que delimitan la entrada, es extraordinaria. Abajo a la derecha: Fogón exterior anexo al talud de una plataforma, aquí durante su excavación en la Operación 27 en Tetimpa. Se aprecia aún la piedra pómez de la erupción del siglo I, adherida a una olla que quedó recostada sobre el fogón, cuya entrada de aire se conseguía mediante el cuello de otra olla. Derecha: Incensario para el culto doméstico en Tetimpa. Fotos: Patricia Plunket.

 

Patricia Plunket Nagoda. Doctora en arqueología. Catedrática- investigadora en el Departamento de Antropología de la Universidad de las Américas-Puebla.

Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara. Doctora en arqueología. Catedrática-investigadora en el Departamento de Antropología de la Universidad de las Américas-Puebla.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Plunket Nagoda, Patricia, Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, “Las casas del Preclásico en el Altiplano Central”, Arqueología Mexicana, núm. 140, pp. 41-46.

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