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Se trata del relato de los siete pueblos chichimecas que fueron guiados por los toltecas para conquistar y llegar a merecer sus tierras y su gobierno. Su lugar de origen estaba en Chicomóztoc, “siete cuevas”, situado en algún paraje de la llanura o el desierto conocido como “la tierra divina o peligrosa”, la Teotlalli. Esos pueblos chichimecas eran parte de los nómadas del Norte de México. Entre éstos estaban los tolteca-chichimecas, que al parecer salieron del noroeste, pasaron por Colhuacatépec, “cerro curvo o el lugar de los ancestros”, cruzaron por el Bajío y llegaron a un pequeño asentamiento otomí junto a un río, en el estado de Hidalgo, que convirtieron en su capital y lo renombraron como Tollan, en su lengua, el náhuatl, que quiere decir “entre los juncos y carrizos”, y es ahí donde este grupo tomó el nombre de toltecas, habitantes de Tollan. Esta gran ciudad estaba formada por 20 pueblos entre los que destacaban los nonoalcas, quienes compartieron el gobierno con los toltecas, hasta que surgieron conflictos entre ellos que los obligaron a abandonar la ciudad en la tercera década del siglo XII, para dirigirse hacia el sur y establecerse en el área de Tehuacán. Quince años más tarde, los toltecas partieron guiados por el sacerdote Couenan y sus cuatro líderes: Icxicóuatl, Quetzalteuéyac, Tezcauítzil y Tololouítzil, pasaron por varios sitios en Hidalgo, Tlaxcala y Puebla, en los que se quedaron algún tiempo, en una migración que duró 36 años. Finalmente se instalan en el señorío olmeca-xicalanca de Chalchiuhtepéc, “cerro del jade”, llamado así porque ahí había caído una joya de este material, con forma de rana, que estaba asociada al dios de la lluvia. Esa importante capital comercial y uno de los centros ceremoniales más grandes de Mesoamérica, tuvo muchos nombres; los recién llegados la llamaron Cholollan Tlachiualtépetl, “el lugar cerca de la caída de agua y de la montaña hecha a mano”, o sea, la Gran Pirámide. Habían llegado aquí, ya que su sacerdote había estado antes para hacer penitencia en el Templo de Quetzalcóatl y había visto que era un buen lugar para quedarse. Pidieron tierras a los olmeca-xicalancas y convivieron con ellos en una situación desventajosa, hasta que después de cinco años trataron de tomar la ciudad, pero los pueblos aliados de la región de Xochimilco, Ayapanco y otros someten a estos extranjeros.
Los toltecas solicitaron ayuda a su dios creador, Tezcatlipoca, Tezcatlanextia, que les indicó que debían regresar a Chicomóztoc para pedir apoyo a los demás grupos chichimecas, a cambio de entregarles la estera y el asiento, es decir, el señorío y el gobierno. El sacerdote y los líderes para convencerlos hablan con Couatzin, el intérprete entre el náhuatl y el otomí, lengua de los siete pueblos, quien a su vez se lo comunica a Moquíhuix, el principal caudillo de los chichimecas. Finalmente éstos acceden y realizan una serie de cantos y rituales de partida, entre los que están los adivinatorios y los ayunos. Por su parte, los toltecas imponen a los chichimecas la nariguera que les confiere el cargo de teuhctli o señores, y les dan de comer maíz, con lo que empiezan a hablar el náhuatl. Regresan con los siete grupos, que se convierten en su “escudo- flecha”, y conquistan a los aliados de los olmeca-xicalancas por medio del agua divina y el fuego, es decir, la guerra. Llevan a los prisioneros a sacrificar al Tlachiualtépetl, donde los reciben los toltecas con música y cantos; se erigen en soberanos de la ciudad, y a los nobles chichimecas les entregan mujeres y los proveen de tierras y trabajadores.
Tomando a Cholollan como el centro, distribuyen a los grupos: los quauhtinchantlacas se encaminan al oriente, hacia Quauhtinchan; los tlaxcaltecas van al norte, a Tlaxcallan; los acolchichimecas parten al occidente, a Huexotzinco, los totomihuaques se dirigen a Totomihuacan, hacia el sur. Al parecer, los demás fueron a establecerse al noreste, los zacatecas en Zacatlan, los tzauhtecas en Zautlan y los malpantlacas en Malpan. A cada uno se le dio el gobierno frente a su agua y su cerro, o sea, su pueblo, señalando los linderos en ese vasto territorio conocido como Coatlalli, “la tierra de la serpiente”, donde también habitaban chocho-popolocas y mixtecos, a los que se llamaba pinomes, lo cual quedó asentado en los mapas que están intercalados con los textos del códice.
A continuación A continuación, se presenta la lista de los señores de Quauhtinchan y aquellos que los sucedieron durante más de 200 años y que continuaron las conquistas sobre ciudades vecinas, hasta que comenzaron los tiempos de conflictos y guerras, lo que provocó movimientos de población, así como tensiones y enemistades entre los distintos grupos chichimecas. En el siglo XV, los pinomes pidieron la ayuda del señor de Tlaltelolco para que realizara una avanzada sobre Quauhtinchan y colocara en el poder a un señor mixteca-popoloca que gobernó por poco más de 40 años, hasta que comenzó otro conflicto con Tepeyácac, el cual terminó con la llegada del ejército mexica, que sometió a Tepeaca y construyó allí una guarnición militar. Esto fue aprovechado por los habitantes de Tepeaca, que solicitaron que se repartieran las tierras de Cuauhtinchan. Así, fueron enviados cinco mexicas para dividir el señorío en cinco partes: Quauhtinchan, Tepeaca, Tecalco o Tecalli, Tecamachalco y Quechóllac, aunque no todos los linderos fueron respetados, lo que siguió causando problemas. En la segunda década del siglo XVI llegaron los españoles, que fueron acogidos por los tlaxcaltecas, destruyeron Cholollan y otras poblaciones de la región, instalándose en Tepeaca, y poco después arribaron los frailes franciscanos. Pero como los pleitos con Totomihuacan y Tepeaca continuaban, se enviaron jueces de la Audiencia de México en dos ocasiones, y los litigios se cerraron y abrieron varias veces hasta que en 1532 y en 1547 ambos pueblos tuvieron que aceptar restituir las tierras que habían tomado de Quauhtinchan.
Cecilia Rossell. Pasante del doctorado en antropología por la UNAM. Investigadora del ciesas-DF. Especialista en historia, iconografía y epigrafía de manuscritos pictográficos o códices de tradición mixteca y nahua.
Rossell, Cecilia, “Historia Tolteca-Chichimeca”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 54, pp. 18-23.