Hongos neurotrópicos

Ángel Moreno Fuentes y Carlos Briones Pérez

Los hongos neurotrópicos, llamados enteógenos, fueron en el pasado de gran importancia para las culturas mesoamericanas, y formaron parte de su cosmovisión, de sus prácticas rituales y medicinales. Esas culturas asumieron una actitud de respeto y veneración hacia los hongos e hicieron acopio de vastos conocimientos etnoecológicos en torno a ellos. Fueron utilizados, por ejemplo, en la curación de enfermedades frías; los chamanes los utilizaban en sus prácticas medicinales y mágico-religiosas; también fueron usados en prácticas adivinatorias. Los mercaderes, por ejemplo, realizaban festividades durante las cuales consumían cantidades importantes de ellos. En diversas ceremonias de entronización eran utilizados por la clase hegemónica y por distintos pobladores. Los hongos eran consumidos con miel o con cacao, debido a su propiedad astringente, y probablemente también con aguamiel o jugo de caña de maíz. Posiblemente se preservaban en miel, tal como se hace hoy en día, o de forma deshidratada, con el propósito de incrementar su disponibilidad a lo largo del año.

El número de hongos que utilizaban año con año en el México antiguo debió ser muy grande; se calcula que actualmente hay 34 especies de hongos con propiedades neurotrópicas. Sin duda alguna, se utilizaron diversas especies de ellos, en distintos momentos del año, según sus características ecológicas, y debieron ser abundantes.

Los antiguos nahuas los llamaban teonanácatl, teuhyinti, mazananácatl, tepexinanácatl y teotlaquilnanácatl, nombres relacionados con sus cualidades, por ejemplo, con su propiedad de permitir el contacto con lo divino o lo terreno, o por el tipo de sustrato sobre el cual crecían.

Lamentablemente, la conquista y el periodo colonial tuvieron una incidencia negativa en estas prácticas, al grado de que casi se extinguieron. A partir de la segunda mitad del siglo XX se prohíbe su consumo generalizado, así como con fines de investigación científica y médica.

Gracias a la resistencia de pueblos como el mazateco, el nahua, el matlatzinca, por mencionar algunos, así como a la biología y ecología de estos hongos, se ha salvado hasta el momento esta parte importante de la biocultura del país. Hoy en día, no obstante, parece haber una apertura para el aprovechamiento de estos hongos más allá de las fronteras del país, y también se abre una esperanza para retomar su uso responsable entre la población, de acuerdo con los preceptos y prácticas tradicionales de grupos originarios como los antes referidos. La actual política pública en México sin duda debe contemplar y tomar en serio este patrimonio biocultural, pues bajo un manejo respetuoso, responsable e inteligente de este formidable recurso, la medicina y la humanidad pueden encontrar nuevos cauces ante muchos de los problemas que le aquejan actualmente, contribuyendo a una relación distinta con el ambiente y con el otro.

Al igual que en la antigüedad, en el arte y la cultura contemporáneos estos organismos también han desempeñado un papel fundamental en los sistemas de representación simbólica y han sido fuente de inspiración de múltiples formas. Así, a lo largo del tiempo es posible percibir una variedad de lenguajes que seguramente perdurarán, adaptándose a las tendencias culturales venideras. Estos testimonios serán las nuevas evidencias arqueológicas que permitirán dar cuenta de la continuidad histórica de la relación del humano con los hongos en tiempos modernos.

 

Ángel Moreno Fuentes. Doctor en ciencias, Facultad de Ciencias, UNAM. Profesor-Investigador en el Laboratorio de Etnobiología, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Carlos Briones Pérez. Biólogo, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Miembro de la Red sin Fronteras de Estudiantes de Etnobiología y colaborador de la Red Temática del Patrimonio Biocultural. Profesor en la Facultad de Ciencias, UNAM.

 

Moreno Fuentes, Ángel y Carlos Briones Pérez, “Hongos neurotrópicos”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 87, pp. 48-49.