Trabajos efectuados en todo el estado desde hace poco más de una década por arqueólogos del Centro INAH Baja California y la Subdirección de Arqueología del Museo Nacional de Antropología, han localizado evidencias óseas humanas que nos permiten ahora entender desde una perspectiva espacial, temporal y cultural, cuál fue el tratamiento mortuorio entre los antiguos norbajacalifornianos.
Costumbres funerarias olvidadas
Históricamente son contadas las referencias directas en las descripciones que dejaron los misioneros españoles sobre el tratamiento mortuorio dado por los indígenas peninsulares a sus difuntos, y todavía menos cuando los jesuitas fundaron en 1752 la Misión de Santa Gertrudis La Magna de Kadakaamán, en su intento por introducirse más hacia el norte, cruzando el paralelo 28, con el fin de difundir su labor misional en el territorio que ahora comprende el actual estado de Baja California. Algunos textos ignacianos de esa época, más que hacer referencia a las costumbres funerarias, relatan mínimamente los rituales que llevaban a cabo los guamas o chamanes cuando una persona estaba a punto de morir.
Tras la expulsión de los jesuitas de Baja California en 1767, los franciscanos, en su breve estancia en esta parte de la Antigua California, no abonaron nada al tema, y los dominicos, quienes los sustituyeron, empecinados como sus predecesores en convertir a los grupos seminómadas que habitaban ahí, ignoraron y quisieron vehementemente borrar cualquier costumbre, no sólo funeraria, que tuvieran los indígenas, hasta que con el advenimiento del México independiente abandonaron sus misiones y a los conversos a su suerte. Sin embargo, en varios parajes lejanos ubicados entre los áridos e inhóspitos desiertos, la costa del Alto Golfo de California, y en yermas y boscosas sierras propias del norte de la península de Baja California –territorio yumano donde actualmente sobreviven las últimas tribus peninsulares: los cucapá, pa ipai, kumiai, kiliwa y quechan– persistieron entre ellos hasta bien entrado el siglo XX algunas de esas costumbres y tratamientos mortuorios ancestrales, que fueron documentados en buena parte por varios etnógrafos estadounidenses a principios del siglo pasado.
Recientes investigaciones arqueológicas en ese territorio yumano y en el adyacente sureño del actual estado de Baja California –que correspondía al de los indígenas cochimíes, ahora extintos– ofrecen una nueva visión sobre cómo pudo ser el tratamiento mortuorio entre éstos y cómo cambió y persistió a lo largo del tiempo.
“Los más antiguos”. Periodo Arcaico (6000 a.C.-500 d.C.)
Los entierros más antiguos recuperados hasta ahora fechados son del periodo Arcaico y se han localizado en la costa del Pacífico, entre las actuales ciudades de Rosarito y Ensenada, en sitios arqueológicos aledaños a la costa denominados concheros, que son grandes y extensas acumulaciones, precisamente, de conchas de moluscos, producto del consumo intensivo humano, pues eran campamentos en los que grupos nómadas y seminómadas realizaban diversas actividades domésticas y rituales estacionales, habitados de manera ininterrumpida por lo menos desde hace unos 6 000 años. Hasta el momento no se sabe con certeza cuál era la filiación étnica de esos individuos. En la localidad Bajamar-Jatay, al norte de Ensenada, se descubrió un individuo de entre 25 y 30 años que fue colocado flexionado en decúbito lateral izquierdo, cuyo cuerpo estaba cubierto por un conjunto de rocas. Fechamientos indirectos de radiocarbono lo ubicaron entre 3660 y 3490 a.C., lo que lo convierte hasta ahora en el entierro más antiguo en el estado de Baja California. Asociado a este individuo se recuperaron tres entierros femeninos, de entre 30 y 40 años, dos cuerpos flexionados en decúbito lateral derecho y uno izquierdo, a los que se les ofrendaron metates y yunques. En otra área del conchero se encontró un entierro femenino en posición extendida decúbito dorsal, que presentó una pipa de piedra asociada, y muy próximos los esqueletos de dos cánidos (Ovilla, 2013 y 2017).
“Los más recientes”. Prehistoria Tardía (500 d.C.-ca. 1920 d.C.)
Durante este periodo hay una continuidad, pues como en el anterior se depositó directamente a los individuos en fosas hechas ex profeso; sin embargo, las cremaciones humanas aparecen como tratamiento mortuorio, y se realizan al parecer simultáneamente en algún momento con las inhumaciones de los cadáveres. Incinerar a los difuntos es más bien una costumbre yumana, aunque en territorio cochimí han sido reportados hallazgos arqueológicos de este tipo en Laguna Manuela y Bahía de los Ángeles (Ritter, 2010 y 2011). A la llegada de los misioneros españoles, el depositar a los difuntos directamente no es algo nuevo para algunos indígenas, pero sí los rituales católicos que los acompañan. A los indígenas conversos que practican la cremación se les impone dejarla, y sólo los indómitos yumanos se niegan a aceptar el cambio, de modo que prevalece, incluso en la actualidad, con los indígenas cucapá de Pozas de Arvizu de San Luis Río Colorado, Sonora.
Entierros cubiertos parcialmente con piedras recuperados del conchero Costa Azul-La Jovita, entre los que se encuentran uno femenino y uno infantil, depositados flexionados sobre la roca madre; fueron fechados entre 453 y 831 d.C. (Ovilla, 2017). En el poblado de Jacumé, municipio de Tecate, a escasos metros de la franja fronteriza de la California estadounidense, se recuperó el esqueleto de un individuo adulto femenino, depositado directamente sobre un estrato de granito residual dentro de una oquedad con rocas colocadas en la parte superior. El entierro fue afectado severamente por maquinaria moderna tras llevarse a cabo trabajos de nivelación en el área, por lo que no se sabe bien en qué posición se le depositó (fig. 4b). Su antigüedad se fechó directamente entre 680 y 880 d.C. No se encontró material arqueológico asociado de manera directa.
Antonio Porcayo Michelini. Licenciatura en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Centro INAH Baja California. Director del Proyecto Registro y Rescate de Sitios Arqueológicos de Baja California: Fase Municipio de Mexicali; y del Proyecto Arqueológico El Vallecito, La Rumorosa, Baja California.
Juan Martín Rojas Chávez. Licenciatura en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Subdirección de Arqueología. Museo Nacional de Antropología. Director del Proyecto Misión de San Fernando Velicatá, Baja California.
Porcayo Michelini, Antonio y Juan Martín Rojas Chávez, “Keruk tratamiento mortuorio entre los norbajacalifornianos”, Arqueología Mexicana, núm. 154, pp. 36-43.
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