La escritura teotihuacana

Karl A. Taube

La gran ciudad de Teotihuacan fue uno de los centros políticos y culturales más grandes de Mesoamérica durante el periodo Clásico Temprano (ca. 250-600 d.C.). En este periodo, el estilo de Teotihuacan en el arte, la cerámica y la arquitectura puede encontrarse en gran parte de Mesoamérica. Se han localizado figurillas con atuendos teotihuacanos en monumentos zapotecos y mayas, lo cual indica una amplia relación política y cultural entre estos pueblos. Cada vez resulta más claro que Teotihuacan fue una ciudad verdaderamente cosmopolita, con enclaves en los que residían personas procedentes de regiones tan distantes como Veracruz, Oaxaca y el Occidente de México. Si bien aún no ha sido posible documentar la existencia de un barrio maya en Teotihuacan, han aparecido claros rasgos de esa cultura en cerámica importada y en vasijas de fabricación teotihuacana se han encontrado motivos mayas. En el conjunto habitacional de Tetitla, en Teotihuacan, hay fragmentos de pintura conocidos como Pinturas Realistas en los que se ven figuras de estilo maya y aun textos fonéticos escritos en esa lengua. Aunque aparece al revés, se puede reconocer fácilmente el signo solar k’in, el glifo witz, “montaña”, y la cabeza de tuza que se lee como ba. En uno de los fragmentos más largos se describe la personificación ritual de un dios, probablemente la deidad maya del maíz.

Glifos calendáricos

 Sin embargo, es seguro que existió un sistema de escritura en Teotihuacan, si bien estrechamente vinculado a la iconografía. En los antiguos sistemas de escritura mesoamericana, los números y nombres de los días del calendario de 260 días se consideraban como una escritura propiamente dicha, ya que debían ser leídos de una cierta manera en una lengua determinada. Alfonso Caso fue el primero en documentar sistemáticamente la presencia en Teotihuacan de un calendario de 260 días. Aunque se conoce poco del calendario de Teotihuacan, hay suficientes pruebas de que tal calendario existió y algunos signos de los días pueden encontrarse fácilmente en el posterior sistema de escritura del Epiclásico en Xochicalco. Como en este sitio, en Teotihuacan los nombres de los días suelen estar en cartuchos de forma circular con coeficientes de barras y puntos debajo. Una sección de un estandarte de piedra de Teotihuacan, similar al famoso ejemplar de La Ventilla, tiene labrada una fecha muy visible, compuesta por el signo conocido como glifo A de Xochicalco y el número 10. Las figuras de Teotihuacan a menudo aparecen con fechas y en el cuerpo de una estatuilla vemos una serie de tres. Aunque la fecha de atrás de la cabeza perece ser 8 venado, es más probable que sea 8 serpiente, porque las fauces levantadas son características de ese animal. En Xochicalco, el día serpiente puede llevar un asta, probablemente en referencia a la boa, llamada en muchas lenguas del México antiguo “culebra venado”. La colocación de las fechas sobre el eje central del cuerpo aparece en otras piedras labradas de estilo teotihuacano, como la placa de tecali de Ixtapaluca y una pequeña estela de basalto que tiene la fecha 3 casa.

Glifos de lugar

Además de las fechas del calendario de 260 días, también se encuentran como tema de la escritura teotihuacana los topónimos. Los hermosos murales del patio 2 de Tepantitla tienen un rico acervo de glifos teotihuacanos, de los cuales muchos son los nombres de sitios con forma de cerros y plantas, señalados con signos que les confieren atributos. Este rasgo es frecuente en los topónimos del Posclásico Tardío del Centro de México. Un ejemplo es una planta con flores, tal vez de tabaco, sobre un cerro con la representación de un hombre que tiene la mano en la boca, como si estuviera fumando. Otro signo tiene una planta con maíz y calabaza en el momento de brotar. Las notorias raíces torcidas que se ven en la base también aparecen en una serie de murales saqueados de Techinantitla, enorme conjunto situado al este de la Pirámide de la Luna. En esos murales se ven serpientes emplumadas apenas ondulantes que rocían agua sobre una serie de nueve plantas floridas. Cada planta muestra una flor particular con un glifo específico en el tallo. Este signo con raíces retorcidas aparece también en un mural de Atetelco, en la base de una montaña escalonada con navajas curvas de obsidiana y, quizá, un águila. En los topónimos teotihuacanos las raíces torcidas tienen tal vez una función locativa, como una referencia natural a un lugar fijo y permanente.

Taube, Karl. Doctor en antropología. Profesor de antropología en la Universidad de California Riverside.

Taube, Karl A., “La escritura teotihuacana”, Arqueología Mexicana, núm. 48, pp. 58-63.

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