La fisión divina en la cosmovisión de la tradición mesoamericana
Entre los rasgos más notables de los dioses de la tradición mesoamericana están sus facultades de fisión y fusión. Por fisión se entiende que una misma persona divina puede dividirse en dos o más nuevas personas, con características diferentes pero originadas en el ser dividido. La fusión es, a la inversa, la capacidad que tienen dos o más personas divinas de unirse para integrar un solo dios.
El proceso de fisión simple, dual o geminal, se encuentra desde la cúspide del panteón mesoamericano. Hay la concepción de un Dios Supremo, fuente de lo existente, al que no se rinde culto ni del que se elaboran imágenes. Este dios se fisiona en dos divinidades opuestas y complementarias generadoras de otros dioses. La fisión primaria se presenta, por lo común, con distinción conyugal: Dios Padre/Diosa Madre; pero puede darse también bajo el criterio del ámbito de poder, como Divinidad del Cielo/Divinidad de la Tierra. Veamos dos ejemplos mixtecos: el Dios Supremo fue llamado Creador de Todas las Cosas. Actualizando sus nombres, la pareja de él derivada estaba formada por 1 Venado Serpiente de Puma y 1 Venado Serpiente de Jaguar. Los dos hijos de la pareja fueron 9 Viento Serpiente y 9 Viento Caverna (los nombres de los cinco personajes se encuentran en García, Origen de los indios del Nuevo Mundo, respectivamente en pp. 329, 327 y 328). El segundo ejemplo mixteco puede encontrarse en la lámina 40 del Códice Vindobonensis Mexicanus 1, en la que aparece la división como Divinidad de la Tierra/Divinidad del Cielo.
A partir de la cúspide, el panteón mesoamericano despliega en las distintas culturas una gama de geminaciones de dioses que cumplen funciones opuestas y complementarias dentro de un mismo dominio divino (López Austin, “Quetzalcoatl dédoublé”, p. 30). Por ejemplo, un ser luminoso se escinde y, ya como dos personas distintas, ilumina tanto el cielo diurno como el cielo nocturno. En resumen, la geminación puede ser entendida como una fisión simple por medio de la cual un dios –el geminado– da origen a dos géminos que permanecen vinculados entre sí desde el punto de vista funcional. El fin es producir procesos cósmicos paralelos o equivalentes que son, al mismo tiempo, opuestos y complementarios.
Lo anterior se corrobora con un interesante estudio lingüístico de Karen Dakin sobre el origen etimológico de la palabra xólotl, que entre otras aplicaciones es el nombre del dios náhuatl de las transformaciones y los gemelos. Dakin llega a la afirmación de que: “…el análisis de las variantes de la palabra tanto en las lenguas emparentadas como en las no emparentadas… obliga a pensar que es un nombre cuyo origen y variedad de significados se fechan en la etapa protoyutonahua, y que, al mismo tiempo… tiene una presencia yutonahua arraigada en los grupos mesoamericanos desde tiempos muy antiguos” (Dakin, “El xólotl mesoamericano”, pp. 193-194). En su minucioso estudio de reconstrucción hipotética del remoto origen, llega al morfema *cɨ, cuyo significado central o prototípico es “escindido”.
Alfredo López Austin. Doctor en historia por la UNAM. Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Karina Munguía Ochoa. Licenciada en comunicación y maestra en estudios mesoamericanos por la UNAM. Desde 2011 forma parte del equipo regional “Huasteca Sur-Sierra Norte de Puebla, Programa Nacional de Etnografia de las Regiones Indígenas de México”, INAH.
López Austin, Alfredo y Karina Munguía Ochoa, “La geminación de los dioses (tercera de 5 partes)”, Arqueología Mexicana, núm. 158, pp. 16-25.
Texto completo en las ediciones impresa y digital. Si desea adquirir una ejemplar:
https://raices.com.mx/tienda/revistas-la-sal-en-mesoamerica-AM158
https://raices.com.mx/tienda/revistas-la-sal-en-mesoamerica-AM158-digital