Volando entre dioses. Las aves en las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan
Acceso, abastecimiento y transporte de las aves
Varias de las especies encontradas en las ofrendas residían en los límites de la Cuenca de México. Pero al igual que las aves exóticas podían ser transportadas de provincias distantes mediante el tributo, el comercio o a manera de regalo.
El éxito en las campañas militares y el poder alcanzado por los comerciantes generó el flujo constante de estos animales al Centro de México. Vivos o muertos, a Tenochtitlan eran transportados águilas, gavilanes, cernícalos, cuervos, garzas, codornices, zacuanes, espátulas rosadas, cotingas azulejas, así como una gran diversidad de papagayos. Varias de estas aves eran comercializadas en mercados y plazas junto a guajolotes y patos. Las aves que llegaban vivas también podían ser cuidadas en casas y jardines.
Uno de los lugares más importantes fue el vivario de Tenochtitlan. En este lugar, el soberano encargaba a un grupo de personas el cuidado de peces, reptiles, aves y mamíferos. De acuerdo con varios cronistas, había toda clase de aves como quetzales, águilas, gavilanes, halcones, espátulas rosadas y papagayos. Seguramente, algunas de estas aves fueron colocadas en las ofrendas del Templo Mayor.
La presencia y el estudio de estas aves han permitido entender su profundo significado y acercarnos, en cierta medida, al manejo que se le daba a esta clase de animales, pues debemos imaginar que no era cosa fácil su captura, transporte y cuidado hasta el momento en que eran colocadas en las ofrendas.
Imagen: En el vivario de Tenochtitlan había todo género de aves. Sahagún ilustra la presencia de águila, espátula rosada, guacamayas y pericos. Códice Florentino, lib. 8, f. 30v. Foto: BNAH.
Israel Elizalde Méndez. Maestro en antropología por la UNAM. Miembro del Proyecto Templo Mayor entre 2009 y 2021.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Elizalde Méndez, Israel, “Las aves en las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana, núm. 182, pp. 66-73.