Supimos de su existencia gracias a la antropóloga física Jacqueline Castro y las arqueólogas Mary Laidy Hernández y Karina López, integrantes del Proyecto Templo Mayor. Una cuidadosa inspección del muro oriental de la planta baja nos dejó en claro que, a manera de mampuesto, se había reutilizado una antigua losa circular tallada en basalto gris. En su cara expuesta, esta losa originalmente de 46 cm de diámetro posee un delicado bajorrelieve que pertenece al llamado estilo imperial tenochca, por lo que debe datar de finales del siglo XV o principios del XVI. Dicho bajorrelieve –hoy girado 90º hacia la derecha– representa un cartucho formado por dos círculos concéntricos y orlado por ojos estelares que, según las medidas de los que se conservan, debieron de haber ocupado todo el contorno en número de 16.
El interior de este cartucho de connotaciones nocturnas está inscrito con el glifo calendárico ce ozomatli o 1 mono del tonalpohualli, es decir, con el día número 131 del calendario adivinatorio de 260. Para ello, el escultor plasmó la figura convencional del décimo primero de los veinte signos de día: una cabeza de mono araña (Ateles geoffroyi) vista de perfil, con un ojo circular compuesto de dos círculos concéntricos, una nariz redondeada, una boca abierta que muestra labios gruesos y dientes afilados, y una banda integrada por una doble curvatura que separa el rostro lampiño del pelo hirsuto agrupado en nueve mechones. Este perfil muestra igualmente el pabellón de la oreja izquierda, y una orejera formada por un chalchihuite del que pende un oyohualli, divisa del dios solar y de la música, Xochipilli. El mono luce un vistoso pectoral de piel rematado con cuatro grandes colmillos/garras, otro de los atavíos característicos del mencionado dios. En algunas representaciones pictóricas, entre ellas la de la lámina 14v del Códice Magliabechiano, la piel tiene las manchas propias del jaguar. Finalmente, el escultor talló atrás de la nuca del mono el numeral 1, el cual repite la configuración y el tamaño del chalchihuite de la orejera.
El sentido oculto del bajorrelieve
En tiempos mexicas, la fecha 1 mono tenía significados múltiples. Por ejemplo, de acuerdo con los informantes indígenas de fray Bernardino de Sahagún, era bien afortunada y por ello tenida por los pochtécah como uno de los cuatro días propicios para iniciar sus arriesgadas expediciones mercantiles. Los informantes del franciscano también señalan que quienes nacían en esta fecha serían “de buena condición, amigables, amables, regocijados, placenteros, inclinados a música y a oficios mecánicos”, dado que el mono araña estaba marcado por la personalidad de Xochipilli.
No obstante, la fecha 1 mono también formaba parte de un grupo de cinco días funestos, señalados por el descenso de las deidades celestiales conocidas como cihuateteo (“divinidades femeninas”). Eran éstas las mujeres que habían fallecido en su primer parto, elegidas por la diosa madre para que compusieran el ejército de servidoras que auxiliaban al Sol en su curso cotidiano. Así, las cihuateteo recibían al astro en el cenit, lo cargaban en sus andas con rumbo al occidente y lo conducían por el bosque rojo hasta entregarlo a la muerte en el punto de su ocaso. Tal ejército estaba dividido en cinco grupos que visitaban regularmente la tierra, uno a uno, cada 52 días. Las fechas de su temida bajada desde el cielo eran 1 venado, 1 lluvia, 1 mono, 1 casa y 1 águila, cuando llegaban a las encrucijadas de calles y caminos para enfermar a transeúntes y viandantes. Buscaban como víctimas favoritas a los niños pequeños, a quienes causaban parálisis faciales para robarles su hermosura. Sabedoras del peligro, las madres precavidas encerraban a sus hijos en esas fechas para evitar que fuesen atacados. La trágica suerte de los dañados parece reflejarse en la imagen esquelética del Würtembergisches Landesmuseum de Stuttgart, la cual ha sido identificada con el dios Xólotl: en los colgantes de su tocado y en el braguero aparecen grabados los glifos de los cinco días aciagos de las cihuateteo.
• Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París Nanterre y director del Proyecto Templo Mayor (INAH).
• Alfredo López Austin. Doctor en historia por la UNAM e investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la misma institución.
López Luján, Leonardo y Alfredo López Austin, “Las cihuateteo contraatacan. El glifo 1 mono del Centro Histórico de la Ciudad de México”, Arqueología Mexicana, núm. 152, pp. 80-83.
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