En el culto mexica existían desdoblamientos de los fenómenos representados por los dioses: de este modo había varias diosas de la tierra, así como una multitud de dioses menores que servían al dios de la lluvia, Tláloc. La deidad del maíz se desdobló también en una serie de diosas íntimamente relacionadas con Cintéotl, el “dios mazorca”, que era la personificación de la mazorca (cintli en náhuatl). Cintéotl era hijo de la diosa de la tierra y del dios solar. Es de notar que las diosas del maíz se agrupaban según edades: el maíz tierno, Xilonen, diosa del jilote, y Chicomecóatl (“Siete Serpiente”), quien también era una diosa joven que personificaba el crecimiento del grano del maíz. En la época de los primeros elotes, esta diosa se festejaba junto con Toci, diosa madre de la tierra, mientras que en el invierno era equiparada a Ilamatecuhtli, la “Señora Vieja”, diosa anciana de la tierra y del barbecho.
Chicomecóatl formaba una tríada con las diosas Chalchiuhtlicue, patrona del agua de las fuentes y lagunas, y Huixtocíhuatl, diosa de la sal y de la fertilidad del mar. De acuerdo con Sahagún, “estas tres diosas eran las que mantenían a la gente popular”. En las fiestas del calendario mexica, a cada una de estas diosas les correspondía una fecha que también representaba un momento significativo del ciclo agrícola anual.
Tomado de Johanna Broda, “Ritos y deidades del ciclo agrícola”, Arqueología Mexicana núm. 120, pp. 54-61.
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