Como tantos otros linajes reales, el de México-Tenochtitlan, al que perteneció Moteuhczoma Xocoyotzin, se preciaba de su origen extranjero y prestigioso, que lo vinculaba con la gran dinastía tolteca fundada por Quetzalcóatl; paralelamente, el desaparecido linaje real de México-Tlatelolco había presumido sus vínculos con los reyes chichimecas descendientes de Xólotl.
Cuando Hernán Cortés conquistó México-Tenochtitlan en 1521, puso fin al poder del linaje gobernante de Moteuhczoma Xocoyotzin, que era en realidad originario de Colhuacan, en nombre de Carlos I, el rey de España que era en realidad originario de Austria. Este hecho no es nada excepcional; hasta la fecha, muchas familias reales basan su legitimidad en remotos orígenes que poco tienen que ver con las poblaciones de los países sobre las que rigen.
La ciudad-Estado o altépetl de la que decían provenir los tlatoque o gobernantes de México-Tenochtitlan era la famosa Colhuacan, la cual se encontraba a unos cuantos kilómetros de distancia de su ciudad, pero que histórica y culturalmente no podía ser más distante del humilde origen del resto de los mexicas. En este artículo contaremos la complicada historia de cómo ese linaje extranjero llegó a gobernar a los orgullosos mexicas o, a la inversa, de cómo este pujante pero plebeyo pueblo llegó a apoderarse de la alcurnia y la legitimidad del linaje gobernante de la rica y poderosa ciudad vecina.
Las dinastías toltecas y chichimecas
Los pueblos de la Cuenca de México en el periodo Posclásico consideraban que los linajes legítimos de gobernantes provenían principalmente de dos fuentes: la dinastía tolteca fundada por Quetzalcóatl en la ciudad de Tollan (pronunciada Tolan y llamada Tula por los españoles) y la dinastía chichimeca fundada por Xólotl al llegar a la Cuenca de México.
De acuerdo con las historias indígenas, Ce Ácatl Topilzin Quetzalcóatl, Nuestro Señor 1 Caña Serpiente Emplumada, fue un gobernante de excepcional sabiduría y virtud que se transformó en un dios después de su muerte o, según otras versiones, un dios que asumió una forma humana. Como ha mostrado Alfredo López Austin en su libro Hombre-Dios. Religión y política en el mundo náhuatl, diversos gobernantes humanos a lo largo del tiempo fueron llamados Quetzalcóatl porque imitaron el modelo ejemplar de este gobernante-dios, y porque fundaron poderosos linajes que rigieron en varias espléndidas ciudades llamadas Tollan, como Cholula, Colhuacan, Chichén Itzá, Tzintzuntzan o Gumarcaaj, esta última en lo que hoy es Guatemala. Por ello, en las historias de Quetzalcóatl se mezclan la historia y el mito, lo divino y lo humano.
Respecto a Colhuacan, las historias del siglo XVI cuentan que Topiltzin nació originalmente en ese lugar y partió de ahí para fundar Tollan; posteriormente, tras la caída de esta ciudad, los toltecas descendientes de ese señor regresaron a la Cuenca de México y volvieron a fundar Colhuacan. Esto significaría que esta ciudad sería a la vez la antecesora y la sucesora de Tollan, y por ello el altépetl o ciudad-Estado más antiguo de la Cuenca de México, y que su linaje de gobernantes era el más añejo y prestigioso de todos los linajes toltecas de la región, pues habría sido fundado en 717 d.C.
Navarrete, Federico, “Linajes mexicas”, Arqueología Mexicana núm. 98, pp. 34-39.
• Federico Navarrete. Historiador y escritor, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Ha publicado libros como Los pueblos indígenas de México, Las relaciones interétnicas en México y la novela histórica Huesos de Lagartija, así como publicaciones de divulgación histórica para jóvenes.
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