Hans Roskamp
Los hallazgos arqueológicos y los documentos históricos muestran que los antiguos michoacanos de habla náhuatl y tarasca desarrollaron una larga tradición metalúrgica y elaboraron una amplia gama de artefactos de oro, plata, cobre y diversas aleaciones.
Aunque la mayoría de los objetos metálicos era de carácter suntuario y estaba asociada al poder político y religioso, también existían entre los antiguos michoacanos ejemplares de uso común. Los indígenas interpretaban el origen y la naturaleza de sus actividades creativas de acuerdo a su propia visión del cosmos en que las diversas fuerzas divinas jugaban un papel fundamental. La información sobre estas creencias no es abundante pero sí nos permite obtener por lo menos un panorama general.
La diosa de la tierra y los metales
En 1585, en su obra Relación sobre la residencia de Michoacán, el jesuita Francisco Ramírez hacía referencia a una versión del antiguo mito tarasco de la creación del mundo por los dioses. Según esta narración, ocho pelotas de ceniza fueron mezcladas con la sangre del mensajero divino Curita Caheri y dieron origen a las primeras parejas humanas. La tierra estaba conformada por una diosa que se encontraba acostada sobre su estómago con la cabeza en dirección al oeste, los pies señalando el oriente y sus dos brazos apuntados hacia el norte y el sur, respectivamente. Para prevenir su caída, el dios del mar la agarraba por la cabeza y la diosa madre por los pies, mientras que cada brazo era detenido por dos deidades femeninas. Esta imagen es corroborada por algunos datos que proporciona la Relación de las ceremonias y rictos y población y gobernación de los indios de la provincia de Mechuacán, redactada entre 1539 y 1541 por el franciscano Jerónimo de Alcalá. La fuente habla de personas jugando en “las espaldas de la tierra” y menciona también la existencia de los Uirambanecha (“Aquellos queson limpios y planos”) de la Tierra Caliente del sur de Michoacán como los “dioses de la mano izquierda”. La lingüística aporta evidencia adicional de mucha importancia. Dos morfemas de espacio en lengua tarasca están relacionados con puntos cardinales: <mu> con el occidente y <hchu> con el oriente. Mientras que el primero se refiere a una entrada, el segundo remite a la parte inferior de la espalda de un objeto o ser vivo. Conforme a esta visión del mundo, la deidad solar Curicaueri (“el que sale haciendo fuego”) emergía de la espalda baja o el ano (este) y desaparecía en la boca (oeste) de la diosa de la tierra. Durante su trayecto diario, dejaba oro en la superficie terrestre mientras que la diosa lunar Xarátanga (“la que causa placer”) depositaba la plata: “Y viendo aquel oro amarillo y la plata blanca, dijo Hirepan: mirad, hermanos, que esto amarillo debe ser estiércol del sol que echa de sí; y aquel metal blanco estiércol de la luna, que echa de sí”. Cabe agregar que el pensamiento de los nahuas del Centro de México era muy similar: los términos teocuítlatl y tonatiuh ícuitl, por ejemplo, remiten al excremento que el Sol colocaba en el inframundo durante la noche.
Los hombres de metal
La naturaleza sagrada de los metales también se expresa claramente en algunas narrativas cosmogónicas de la Tierra Caliente que estaba habitada en buena parte por grupos hablantes de náhuatl. En la Relación geográfica de Ajuchitlán, escrita en 1579, se relata que los pobladores de la región pensaban que los primeros humanos fueron hechos de cenizas y metales:
Y dicen que entendían que había un dios principal que estaba en el cielo y lo había criado todo, y que ha de haber juicio final; y que el mundo tuvo un principio, y que hizo Dios un hombre y una mujer de barro, y que se fueron a bañar y se deshicieron en el agua; y que los volvió a hacer, de ceniza y de ciertos metales, y los envió al río a bañar, y que no se deshicieron; y que de aquellos, empezó el mundo.
Aunque esta narrativa conserva elementos prehispánicos, ya muestra muchas influencias del cristianismo.
Hans Roskamp. Etnohistoriador por la Universidad de Leiden (Países Bajos). Profesor-investigador de El Colegio de Michoacán. Estudia las tradiciones históricas indígenas plasmadas en documentos pictográficos y alfabéticos de la época colonial.
Roskamp, Hans, “Los dioses y la metalurgia en el Michoacán antiguo”, Arqueología Mexicana núm. 144, pp. 64-67.
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