A mis padres
En los estudios acerca de la cultura maya prehispánica existe una amplia gama de interpretaciones y “lecturas”, apoyadas en un vasto cúmulo de datos procedentes de diversas ciencias, como la arqueología, la etnología comparada y la historia. Sin embargo, no siempre se revisan las opiniones de los grandes investigadores, de suerte que los conocimientos parecen verdades inamovibles y absolutas.
Tal es el caso de los “mascarones de Chaak”, propios del área Puuc, considerados desde hace casi un siglo como imágenes del dios de la lluvia. Cabe traer a la memoria que los mascarones remiten a cierto tipo de alto relieve hecho con pequeñas piedras cortadas y ensambladas a modo de mosaicos (como si fuera un rompecabezas gigantesco en tres dimensiones), íntimamente asociados a la arquitectura.
Esos mascarones suelen estar ubicados encima de los vanos de acceso a los cuartos (se ven de frente), en las paredes y entre varios diseños decorativos (de perfil) o en las esquinas, y van desde uno hasta cinco superpuestos, por lo cual se les ha llamado “cascadas de mascarones”. Destacan las curvadas trompas.
La relación de los mascarones con la lluvia se ha explicado con base en la relativa ausencia de fuentes de agua superficiales (ríos, lagos) y la baja pluviosidad (1 100 mm anuales, vertidos entre mayo y noviembre). Por tanto, se propuso que los mascarones eran la expresión plástica por excelencia de la deidad de la lluvia, Chaak, originada ante la angustia debida a la carencia de agua y, por tanto, de medios de subsistencia.
Síntesis historiográfica
A partir de 1913 inició la búsqueda de la identidad de los mascarones del Puuc. Se basó en la destacada y curva trompa, y se efectuaron comparaciones con los códices y las obras escultóricas de las regiones del Petén, del Usumacinta y del Motagua. Al principio sólo se llamó “dios narigudo” al mascarón, aunque muy pronto hubo varios candidatos divinos.
En la década de 1940 Miguel Covarrubias estableció las bases para identificar a los mascarones con las deidades pluviales, gracias a su famoso cuadro evolutivo sobre “Tláloc”. Desde entonces, Chaak ocupó un puesto principal.
Imagen: Cascada de mascarones en el Palacio del Gobernador, Uxmal. Foto: INAH.
Alfonso Arellano Hernández. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM, especialista en epigrafía y estudios mayas. Entre sus publicaciones destacan El hombre maya en la plástica antigua, en coautoría con Beatriz de la Fuente, y Tortuguero: una historia rescatada; colaboró en la obra La pintura mural prehispánica en México, dirigido por Beatriz de la Fuente.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Arellano Hernández, Alfonso, “Los mascarones de Uxmal. Una nueva lectura”, Arqueología Mexicana, núm. 174, pp. 18-23.