“Hija del campo soy, flor de la tierra, nació en la milpa, llena de gozo al plantar…”, así canta Imelda Campos, comunera de Cherán K’eri. La expresión “flor de la tierra” es la metáfora lírica con la que los p’urhepecha denominan a los hongos. En su idioma, la palabra terekua, o terekuecha en plural, proviene del verbo tereni, que significa podrido o podrir, por el intenso olor a tierra y humedad de los hongos.
Los hongos en Michoacán son más abundantes en los bosques templados, donde predominan el pino, el encino, el oyamel y el pino-oyamel, en altitudes entre 2000 y 3200 msnm. Los hongos también emergen en pastizales y a las orillas de las milpas, donde abunda la materia orgánica. En el estado de Michoacán se han registrado más de 652 especies de hongos y líquenes, de las cuales 139 son comestibles, 7 tienen usos medicinales, 13 propiedades alucinógenas y 38 pueden ser venenosas.
Los conocimientos tradicionales p’urhepecha relativos a los hongos de Michoacán provienen de una relación ancestral con los bosques, la cual mantiene cierta vigencia hasta la actualidad y está asociada a la importancia que otorgan al agua, a los ciclos fenológicos y estacionales de los ecosistemas, así como con prácticas sustentables que permiten, por un lado, la conservación de los bosques y, por otro, promueven la soberanía alimentaria (Argueta, 2008; González y Argueta, 2018; Argueta y Castilleja, 2018).
El uso más común es en la alimentación, pues existe una gran diversidad de platillos en los que los hongos son el ingrediente central, entre ellos: atápakuas de hongos (hechas a base de masa de maíz nixtamalizada y caldo de tomate o jitomate), nacatamales con hongos (parecidos a los tamales, hechos a base de masa de maíz nixtamalizada y envueltos en hojas de maíz), hongos en guisado, en caldo con ajo y clavo, en tamales, asados, en tacos, por mencionar algunos. Los hongos más utilizados en la comunidad Cherán K’eri son el terekua kušikua o trompa de puerco (Hypomyces lactifluorum), el iarini terekua u hongo de ocote (Neolentinus lepideus) y el kuini jantsiri o patita de pájaro (Ramaria spp.) (González y Argueta, 2018). Estos platillos son muy consumidos especialmente en la época de lluvias, que es cuando abundan. Las variaciones en la abundancia de los hongos de un año a otro son atribuidas por algunas personas al clima inusual, para otros comuneros están relacionadas con el cambio climático y hay quienes responsabilizan a las energías humanas que hacen que las estrellas llamadas huachihuas (las Pléyades) no se alineen para generar las lluvias a tiempo.
El uso de los hongos en la alimentación de las comunidades p’urhepecha ejemplifica las relaciones de las comunidades con la naturaleza, además de que provee de cierta soberanía alimentaria pues los hongos son ricos, nutritivos y fáciles de adquirir.
Tania Ivanova González-Rivadeneira. Bióloga-antropóloga, maestra en estudios mesoamericanos por la UNAM. Estudiante de Especialización en Liderazgo, Cambio Climático y Ciudades en Flacso-Ecuador.
Arturo Argueta Villamar. Doctor en ciencias (biología), Facultad de Ciencias, UNAM. Investigador en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, UNAM. Miembro del SNI y de la Academia Mexicana de Ciencias.
González-Rivadeneira, Tania y Arturo Argueta Villamar, “Los terekuecha de Michoacán” Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 87, pp. 58-59.