Es claro que un aprovechamiento de tal modo integral de una planta requiere de un conocimiento profundo de sus características y su ciclo de vida. Este conocimiento fue adquirido gracias a la milenaria interacción entre los grupos humanos y la planta. La constante observación y experimentación permitieron ir reconociendo las distintas posibilidades que ofrecía y los modos más eficientes de explotarla. A la larga, el maguey terminó siendo la fuente para la obtención de miel, pulque –la bebida ritual por excelencia de la época prehispánica– y fibras, con las que se fabricaban prendas de vestir y objetos utilitarios. Además, varias partes del maguey eran utilizadas en remedios medicinales, como lo consignaron ampliamente Bernardino de Sahagún y Francisco Hernández, y otras servían como alimento. Las grandes dimensiones que alcanzan algunas especies de maguey hicieron de sus pencas y su quiote materiales idóneos para la construcción de techos y paredes.
Actualmente, la explotación del maguey se enfoca primordialmente a la elaboración de tequilas y mezcales, aunque es también común su uso en la elaboración de barbacoas y mixiotes. El maguey es también una planta que en sí misma entraña beneficios para la agricultura: se le utiliza para delimitar parcelas y terrenos. Asimismo, es fundamental para las terrazas de cultivo, las parcelas que se sitúan en las laderas, pues permite la retención del suelo y previene la erosión.
Aunque algunos de los propósitos primarios en la explotación de las distintas partes del maguey se diluyeron con los cambios que trajo consigo la conquista, otros lograron permanecer y persisten en lo esencial hasta nuestros días.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique (editor), “Mitología y ritos”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 57, pp. 56-65.