Los vestidos y joyas del dios del maíz

María Teresa Uriarte

La deidad lleva en ocasiones una diadema de placas de piedra verde, como se ve en un cetro rescatado del Cenote de Chichén Itzá. Así la lleva el personaje 6 del muro poniente de Cacaxtla. Otra joya distintiva del dios del maíz es un pectoral en forma de estrella de cinco puntas, lo cual lo vincula con Venus, como se ve en un plato que está en el Museo de Arte de Nueva Orleáns. De nuevo debe destacarse que sus collares de cuentas verdes son de calidad extraordinaria, tanto en esta imagen como en las de los sacrificados de Cacaxtla. La estrella de cinco puntas aparece en el Templo de Venus y en la capa del personaje 5 del muro poniente.

Con frecuencia lleva un pectoral con un rostro humano, que pudiera ser una alusión al título de ahau “señor”. Éste lo llevan varios de los personajes que están ataviados como aves. En el dios del maíz y los gobernantes que se visten como él a veces se confunde el género, pues poseen caracteres masculinos y femeninos. Aunque la falda en el México prehispánico no es distintiva de lo femenino, puede pensarse que en ocasiones parece que los gobernantes la portan como una alegoría de esa dualidad de la deidad. Tal sería el caso de los faldellines que llevan los dos personajes vistos de frente, en ambos muros, que además se adornan con rombos formados por tubos de piedra verde, como los lleva Pakal I en la lápida mencionada, y que según algunos autores pueden ser las divisiones de las milpas en la superficie de la tierra.

Otro rasgo distintivo son las alas. Con frecuencia en el área maya, las deidades del maíz se ven con alas, complemento natural de su asociación con aves que diseminan las semillas en el campo. Así vemos a los personajes en los murales de Cacaxtla. Es notable el caso del número 21 del muro oriente, que tiene el cuerpo pintado de azul y amarillo, el corazón de fuera y, como en el caso del personaje 1 del cual hablamos, ese corazón es más bien un glifo que, según los daneses Jesper Nielsen y Christophe Helmke, alude a una orden de sacrificadores. Sus estudios aparecerán también en el libro Cacaxtla –mencionado anteriormente– y con frecuencia hago alusión a ellos pues sus aportaciones darán una nueva perspectiva a los estudios sobre ese lugar excepcional. Así, se puede suponer que tales sacrificadores, cuya función se conoce con claridad, están realizando un acto similar en los murales de Cacaxtla. El ciclo de vida y muerte del maíz es visto aun en nuestros días como algo natural, tanto como la muerte y el nacimiento de todos los seres vivos, y en el mundo prehispánico, incluso de los inanimados.

 

María Teresa Uriarte. Doctora en historia por la UNAM. Autora y coautora de diversos libros y capítulos sobre iconografía mesoamericana. Coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM.

Tomado de María Teresa Uriarte, “El mural del Edificio B de Cacaxtla ¿una batalla?”, Arqueología Mexicana, núm. 117, pp. 47-51.

Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar: http://raices.com.mx/tienda/revistas-xochitecatl-cacaxtla-AM117

 

María Teresa Uriarte. Doctora en historia por la UNAM. Autora y coautora de diversos libros y capítulos sobre iconografía mesoamericana. Coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM.

Tomado de María Teresa Uriarte, “El mural del Edificio B de Cacaxtla ¿una batalla?”, Arqueología Mexicana, núm. 117, pp. 47-51.

Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar: http://raices.com.mx/tienda/revistas-xochitecatl-cacaxtla-AM117