Fray Bernardino de Sahagún relata que en las fiestas que celebraban los nahuas en el decimoquinto mes llamado panquetzaliztli, que corresponde a noviembre, los viejos y viejas bebían un pulque que llamaban matlaloctli, que quiere decir pulque azul, porque lo teñían de ese color, y en otro texto, el mismo autor explica: “al color fino llaman matlalli que quiere decir azul, hácese de flores azules, color que es muy preciado y apacible de ver”.
Se trataba del matlalxóchitl, una Commelina coelestis de la familia de las Commelinaceae, flor azul, diurna y silvestre que nos trae la lluvia; es hija del agua, abre sus corolas al recibir los primeros rayos del sol y muere con la tarde.
Actualmente, estas flores crecen en los sitios húmedos del Pedregal de San Ángel, en la ciudad de México y en varios estados de la república. Las semillas, que son negras y muy pequeñitas, pueden recolectarse en agosto y septiembre en el campo, pero si se siembran en maceta -entre sol y sombra, con buena tierra y riego- florean hasta Navidad.
Los pétalos se usan frescos o secos; se recolectan temprano en la mañana, ya que el rocío haya desaparecido: con mucha delicadeza se van arrancando uno por uno, se dejan secar a la sombra sobre papel encerado y después se guardan en frascos de cristal, o se usan frescos.
Las hojas del matlalxóchitl son medicinales. Martín de la Cruz, en el Códice Badiano, las recomienda para el calor o irritación de los ojos: se muelen con agua muy limpia y “esta mixtura se destila en los ojos”.
Este remedio aún subsiste en Nayarit, donde preparan unas gotas para los ojos, llamadas "carricitos", con las hojas machacadas y coladas del matlalxóchitl
El acucioso José Antonio de Alzate y Ramírez nos habla de esta planta en sus Gacetas de literatura; la llama metlalitztic y hierba del pollo porque los apostadores de gallos de pelea la empleaban para detener la sangre que salía de las heridas de las aves. También le atribuye otras cualidades a la planta; dice que si se tintura un papel o lienzo con este color sirve para reconocer si un licor es ácido o alcalino.
Teresa Castelló Yturbide. “Las huellas de una flor”, Arqueología Mexicana, núm. 18, pp. 64-66.
Teresa Castelló Yturbide. Investigadora, autora de diversas obras de rescate de tradiciones mexicanas tales como: Colorantes naturales de México, Presencia de la comida prehispánica y el Arte plumario en México, entre otros.
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