La mona que acabó en tahona. Reutilización de esculturas prehispánicas en el México virreinal
El reciclaje sacro y el profano
Entre innumerables ejemplos, destaquemos las dos basas de pilastras ochavadas toscanas que se exhiben actualmente en la zona arqueológica del Templo Mayor (MTM-INAH, Inv. 10-264759, 121 x 124 x 125 cm; Inv. 10-264758, 84 x 120 x 121 cm).
Exhumadas en 1881 frente a la Catedral Metropolitana, pertenecieron a la llamada iglesia primitiva, la cual estuvo en pie hasta 1626. Los relieves de sus caras superior e inferior, que no quedaban a la vista, delatan que tales pilastras fueron talladas a partir de gigantescas cabezas de serpientes emplumadas que representaban al dios creador Quetzalcóatl y que seguramente formaron parte del recinto sagrado de la antigua Tenochtitlan.
En otros casos, sin embargo, no se intentó disimular los rasgos formales ni los elementos iconográficos de las viejas tallas cuando se adecuaban a las solemnidades cristianas. En Arqueología Mexicana hemos hablado con antelación de un interesante tepetlacalli o cofre de piedra de origen tepaneca (25 x 62 x 62 cm), cuyos flancos están decorados con mazorcas: en el periodo colonial fue transformado en una funcional pila de bautismo que aún sigue en uso en la Capilla del Cuadrante de San Francisco, al sur de la capital mexicana.
También nos hemos referido con anterioridad a una robusta escultura en forma de serpiente emplumada que fue decapitada y perforada en sentido vertical para insertar en ella la cruz atrial original de la Parroquia de San Juan Bautista en Coyoacán. Este bello ejemplar del arte tepaneca forma parte en la actualidad de las colecciones del National Museum of the American Indian (Smithsonian Institution, cat. 175441.000, 32 x 78 x 78 cm).
Advirtamos, empero, que ciertas esculturas prehispánicas fueron reaprovechadas durante el México virreinal en ámbitos de la vida que nada tienen que ver con la religión. Un ejemplo ilustrativo es el del blasón de piedra con cuatro flores de lis y siete bezantes que se localiza hoy en el Museo Nacional de Historia (MNH-INAH, inv. 10- 92270, 59 x 52 x 15 cm). Lo relevante para nuestros propósitos es que en su reverso conserva aún el bajorrelieve de un guerrero con yelmo reptiliano, cuyas proporciones corporales, estilo artístico y elementos iconográficos se inscribirían dentro del arte mixteco, según nos lo hace notar el experto en códices Manuel Hermann.
Resulta difícil relacionar este blasón con algún personaje histórico, pues la heráldica del siglo XVI es compleja y ha sido relativamente poco estudiada. Aun así, resulta sugerente la idea de que algún militar español hubiera escogido ese antiguo relieve de tema castrense para tallar en la cara opuesta el escudo de armas familiar que empotraría a la entrada de su mansión señorial.
Imagen: Izquierda: Tepetlacalli reutilizado como pila bautismal de la Capilla del Cuadrante de San Francisco, Coyoacán. Derecha: Serpiente emplumada reutilizada en la cruz atrial de la Parroquia de San Juan Bautista, Coyoacán. Foto: L. López Luján; Dibujo: Édouard Pingret, Cortesía MOB. Arriba y abajo: Relieve mixteco, reutilizado como blasón de piedra, con cuatro flores de lis y siete bezantes. Museo Nacional de Historia. Fotos: Cortesía Salvador Rueda, MNH.
Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París Nanterre, director del Proyecto Templo Mayor-INAH y miembro de El Colegio Nacional.
Eduardo Escalante Carrillo. Maestro en gestión de sitios arqueológicos por el University College London y director del Museo de Antropología e Historia del Estado de México.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
López Luján, Leonardo y Eduardo Escalante Carrillo, “La mona que acabó en tahona. Reutilización de esculturas prehispánicas en el México virreinal”, Arqueología Mexicana, núm. 180, pp. 68-77.