Durante las últimas décadas del siglo pasado y en las primeras del presente, la producción en Oaxaca de tintes naturales como la grana cochinilla para la industria textil y la minería, fomentada por el gobierno porfirista como estrategia de búsqueda de inversiones de capital extranjero en el país, motivó a comerciantes e industriales extranjeros a adquirir esa clase de materias primas. Uno de ellos fue el inglés Constantine Rickards, cónsul de su país en Oaxaca, quien visitó y fotografió las ruinas de los principales edificios de la zona arqueológica de San José Mogote, conocida entonces como San José del Cacique.
Más tarde, en la década de los años cincuenta, el arqueólogo mexicano don Ignacio Bernal incluyó San José Mogote en su inventario de 275 sitios prehispánicos de los Valles Centrales de Oaxaca, siendo la suya la primera mención sobre el sitio hecha por profesionales de la disciplina. Pero fue en los años sesenta cuando se volvió a hablar de San José Mogote, ahora desde la perspectiva de un proyecto de investigación interdisciplinario conducido por los arqueólogos norteamericanos Kent V. Flannery y Joyce Marcus, ambos de la Universidad de Michigan, quienes coordinaron, de 1966 a 1981, el más ambicioso proyecto de investigación arqueológica que se haya ejecutado en los Valles Centrales, el Proyecto de Prehistoria y Ecología Humana del Valle de Oaxaca.
Gracias a dicho proyecto, se logró establecer las características evolutivas y de interacción de las sociedades zapotecas, desde el remoto periodo Arcaico (9 025 años a.C.) hasta la desaparición de Monte Albán como centro de poder hegemónico de los Valles Centrales. Los estudios de geomorfología, geografía humana, análisis de suelos, productividad agrícola y de patrón de asentamiento realizados en los valles se enriquecieron con la continua práctica de exploraciones arqueológicas en numerosas localidades. Algunos de los objetivos de las exploraciones fueron el documentar los procesos de cambio que llevaron a las sociedades nómadas al sedentarismo, establecer los procesos sociales que las condujeron a pasar de ser grupos humanos igualitarios a sociedades estratificadas y, asimismo, determinar el origen y el desarrollo de la ciudad Estado de Monte Albán.
Dos de las metas principales del proyecto fueron, la primera, establecer con exactitud la secuencia cronológica del periodo Preclásico Temprano y Medio (1 500 a 150 años a.C.), para tratar de confirmar que los principales cacicazgos del valle de Etla (San José Mogote y Huitzo) y el valle de Tlacolula (Abasolo) pudieron, en confederación, ser los principales participantes en la fundación de Monte Albán, en el año 500 a.C. La segunda de ellas consiste en identificar las estrategias socioeconómicas que permitieron a las sociedades preclásicas de los Valles Centrales ejercer su dominio sobre los asentamientos locales, elevar su productividad agrícola e incrementar sus excedentes de producción mediante un poderoso aparato ideológico, y probablemente militar, capaz de mantener relaciones de comercio a larga distancia con regiones tan alejadas como la Cuenca de México, Chiapas, Veracruz y Guatemala a lo largo de su desarrollo evolutivo. Así, los resultados generados por el proyecto han sido fundamentales para entender, por la vía de la documentación y el registro arqueológico, los procesos evolutivos de las sociedades precolombinas oaxaqueñas, desde los más remotos tiempos hasta la conquista española.
Preclásico Temprano. Fases Espiridión, Tierras Largas y San José
Los más antiguos restos de ocupación humana en la zona de San José Mogote corresponden a pequeños agrupamientos de casas cuyos pisos de tierra y arena eran contenidos por hiladas de piedras y cuyas paredes eran de carrizos, con techumbres de paja sostenidas por postes de madera. Los nativos vivían conforme a una economía de caza y recolección de frutos y complementaban su dieta con el producto de una incipiente agricultura basada en el maíz. A ese momento se le conoce como fase Espiridión y se sitúa hacia los años 1500 a 1400 a.C. Los utensilios de uso diario eran ollas y cajetes hemisféricos de coloración café y de burda manufactura; las formas de los cajetes pudieron haber sido copiadas de la naturaleza vegetal.
Durante la fase de ocupación que ha sido llamada Tierras Largas (1400-1150 a.C.), la densidad de la población aumentó y, con ello, el número de construcciones. Lo característico de esa fase es la aparición de construcciones de un solo cuarto con un altar interior y recubrimientos de lodo y limo en los pisos, los escalonamientos de acceso y una parte de las paredes, hechas con la técnica del bajareque. Las construcciones, identificadas como “edificios públicos”, se encuentran concentradas en un espacio de 300 metros cuadrados, sobre breves acondicionamientos del terreno natural, cercanas a los campos de cultivo y al río Atoyac. En esa época se manufacturó una cerámica de color café, con decoraciones de pintura rojiza y esgrafiados, que incluía ollas, cajetes, tecomates y botellones. La variante en la construcción de las casas sugiere la existencia de una diferenciación de la comunidad en estamentos sociales basada en la experiencia, la edad y el sexo. Mediante los estudios estadísticos comparativos se ha determinado que hacia finales de esa fase hubo un aumento en el tamaño de los granos de maíz y un mayor volumen de producción que pudieron generar hasta 200 kg de maíz por hectárea y alimentar a una población de entre 170 y 250 habitantes, aproximadamente. El tipo de caseríos como el mencionado se ha encontrado en las localidades cercanas de Tierras Largas, San Pablo Huitzo y Hacienda Blanca, en el valle de Etla.
Durante el siguiente periodo evolutivo, la estrategia agrícola basada en el riego dio como resultado un aumento del volumen de la producción y un notorio incremento demográfico en San José Mogote. Mientras que, en otras comunidades del valle, la extensión ocupada por las construcciones fue de sólo dos hectáreas, en el Mogote llegó a ser de hasta 30 hectáreas. A esa fase se le denomina San José (1150-850 a.C.) y su característica esencial fue la construcción de plataformas revestidas de mampostería de piedra de río y areniscas consolidadas que se adaptaban a la pendiente natural para dar acceso a edificaciones mayores de uno y dos cuerpos. En ellas se ha logrado identificar la presencia de los primeros bajorrelieves en piedra, con la representación abstracta de aves de rapiña y felinos. Durante el desarrollo de esa fase, San José Mogote fue el más grande asentamiento de los Valles Centrales y mantuvo relaciones de intercambio a larga distancia con San Lorenzo Tenochtitlán, Veracruz, de donde importaba cerámica decorada, herramientas de hueso, piedras semipreciosas y conchas y al que exportaba espejos de mineral de hierro pulido (ilmenita).
Enrique G. Fernández Dávila. Arqueólogo del Centro INAH Oaxaca. Director del Proyecto Arqueológico del Ex Convento de Santo Domingo de Guzmán, Oaxaca.
Fernández Dávila, Enrique G., “San José Mogote, Etla”, Arqueología Mexicana, núm. 26, pp. 18-23.
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