La vestimenta es un elemento esencial en todo entramado ritual. Por medio de ella los participantes se transforman y asumen roles simbólicos específicos. Aunque mucha de la concepción original de la Danza de los Voladores ha logrado pervivir hasta la actualidad, no es el caso de la vestimenta. Aun así, entre algunos grupos todavía es posible encontrar ciertos elementos que claramente se relacionan con su antiguo significado.
Entre las referencias más antiguas sobre la vestimenta de los voladores se encuentra la de fray Diego Durán, quien menciona que se vestían “como pájaros (de águila y de otras aves) y otras veces como monas”. De acuerdo con Stresser-Péan (2016), los voladores representados en el Códice Fernández-Leal, “llevan por tocado un casco en forma de cabeza de pájaro, cuyo pico sobresale de la frente de los danzantes. Ese casco corresponde al de la danza de las águilas de los huastecos actuales de El Aquiche”.
Es interesante anotar el caso del vestuario de los voladores de Huehuentlilla, Puebla. Al respecto Murguía señala que el vestuario de los voladores:
…se parece al que se emplea en [la danza de] Santiago y, a veces, también al de los Quetzales; sin embargo, el atuendo que se lleva en la danza de Voladores Aztecas de Huehuentlilla, Puebla, conserva el vestuario prehispánico, aunque con ciertas modificaciones prácticas. Los danzantes van descalzos o con zapatos, se visten con un calzón blanco y corto, cubierto de plumas, lo mismo que una especie de chaleco que se prolonga para dar la apariencia de alas; llevan máscaras de águila y se cubren la cabeza con plumas de colores (Murguía, 1975, p. 107, citado en Jáuregui, 2010).
Jáuregui apunta que: “Según Galinier, en 1937 un norteamericano contribuyó a la renovación de la práctica del volador –que se había extinguido– y propició la introducción de elementos prehispánicos, de tal manera que la representación en Huehuentilla ‘se ha convertido en una especie de recreación moderna del Volador tradicional’ ” (Galinier, 1990, pp. 392- 393, citado en Jáuregui, 2010).
Por su parte, Pérezdiego D’Poza describe el vestuario usual en los siguientes términos:
Usan un gorro en forma de cono, el que es aderezado con espejos y flores de papel rematándolo con un penacho de papel rojo de donde penden cintas multicolores; este gorro va sujeto en la testa del danzante (cogssne) mediante un pañuelo a manera de barbiquejo.
Sobre su camisa blanca (slakat) de cuello amplio, que nos recuerda la solapa de los marineros, llevan un huipil rojo en forma de triángulo, artísticamente decorado con grecas, flores, motivos de aves y animales, rematando el contorno de este huipil con cordoncillos de seda amarilla, que penden a manera de flecos; este aditamento está colocado transversalmente del hombro izquierdo a la cintura del lado derecho del danzante.
Sobre el calzón blanco (tatanú) llevan otro calzón rojo, sólo que un poco más corto, pero igualmente decorado como el huipil de la camisa, sólo que éste lleva en la parte baja, la que cae sobre sus botines, los mismos cordoncillos de seda amarilla que van rematados con discretas motitas del mismo material, pero a veces estos remates son substituidos por pequeños cascabeles de cobre.
Sobre este calzón rojo llevan otro huipil igualmente decorado como el que llevan sobre la camisa, con la diferencia de que éste va sujeto a la cintura y el vértice del triángulo cae sobre el ángulo que forman sus piernas, llevando los mismos flecos del cordoncillo de seda amarilla.
Regularmente estos danzantes van calzados con botines, ya que el huarache no lo usan, al menos en la costa (Pérezdiego D’Poza, 1968, pp. 48-49, en Jáuregui, 2010).
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique, “Vestimenta en la Danza de los Voladores”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 88, pp. 69-71.