Esta forma de combate ritual es conocida desde hace mucho tiempo en los Andes, donde se practica todavía bajo el nombre de tinku. Dos mitades, en principio endogámicas, se oponen. Las armas consisten en piedras lanzadas con hondas, cuerdas con nudos, bastones, así como porras a las cuales se incorporan piedras o pedazos de metal. Hoy en día la batalla termina con la primera víctima, “el buen muerto”, que es ofrecido a la Madre Tierra. En el combate que produce víctimas, el enemigo es, para cada bando, “el otro”. Hay un entendido tácito de que las víctimas deben proceder de las dos mitades, en alternancia anual. La ofrenda introduce la reconciliación y la reunión de las mitades: la deidad que acepta el sacrificio y que paga a la comunidad con buena cosecha se convierte en “el otro”.
En México, la Danza de los Tigres es todavía practicada en algunos pueblos de Guerrero al principio del mes de mayo, al inicio de la temporada de lluvias. Los tigres verdes y los tigres amarillos se enfrentan con el objetivo de que llueva. Los enfrentamientos involucran a los barrios rivales del pueblo de Zitlala. Las armas son cuerdas con nudos, con las cuales se golpea al adversario en el cuerpo y la cabeza, estando ésta protegida con una máscara de tigre, fabricada con cuero, pintada y muy pesada. Si bien hoy en día ya no hay muertos como en el pasado, en cada enfrentamiento corre sangre.
Tomado de Claude-François Baudez, “Las batallas rituales en Mesoamérica. Parte 1”, Arqueología Mexicana núm. 112, pp. 20-41.
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