Los primeros descubrimientos en la casa Barrios
Desde sus inicios, las excavaciones en lo que hoy conocemos como el conjunto arquitectónico de Teopancazco estuvieron relacionadas con el hallazgo de elaboradas pinturas murales. Las primeras excavaciones se hicieron en un sector que iba a denominarse la Casa Barrios, por el apellido del alfarero que era propietario del terreno. En ese lugar se descubrieron las pinturas murales que todavía distinguen y caracterizan a Teopancazco. Esas excavaciones fueron visitadas por Frederick Starr a finales del siglo XIX, quien describió los murales y mencionó que en el lugar había estructuras más antiguas con bordes rojos pintados sobre fondo blanco y otras pinturas murales figurativas, las cuales desafortunadamente no fueron publicadas en su momento.
Los murales que se conocieron entonces, por medio de dibujos, estaban distribuidos en cuatro espacios arquitectónicos nombrados cuartos A, B, C y D. En el muro este del cuarto A estaba pintado un hombre que por llevar escudo y armas se identificó como un guerrero. Otra pintura de guerrero fue desprendida del muro por Barrios y probablemente procede de ese cuarto. El cuarto B es el pórtico del cuarto A; se pintaron ahí figuras de oferentes a ambos lados del vano de la puerta del muro norte. En el muro oeste había cuatro oferentes semejantes entre sí. Sus vestidos eran más detallados que los de los personajes de los murales de los cuartos A, B y C. En el cuarto C se pintaron tanto oferentes como guerreros. En el muro sur del cuarto D (cuarto 7) se encontró el Mural 1 de Teopancazco, el más elaborado de todos.
Los oferentes de Teopancazco llevan atavíos únicos en la urbe. Hay otras composiciones pictóricas con este tema en los sectores administrativos de varios conjuntos arquitectónicos teotihuacanos –como Tetitla, La Ventilla, Conjunto del Sol, Techinantitla, Tlacuilapaxco, Tepantitla. Entre dichos conjuntos hay varios presuntos centros de barrio. Cada grupo de oferentes pintado en esos conjuntos arquitectónicos muestra atavíos distintivos. Como sugiere Linda R. Manzanilla, es posible que los contrastes entre los “códigos simbólicos” de las vestimentas de los “nobles” pintados en murales como los de Teopancazco, se deban a la intención de señalar la adscripción a conjuntos arquitectónicos específicos. El tamaño, posición en la composición, actividad, atavío y parafernalia de los oferentes indican un alto estatus, relacionado con los ámbitos del ritual religioso y posiblemente político.
Los jeroglíficos de Teopancazco
En los murales de Teopancazco dominan las escenas figurativas, pero también se pintaron diversos símbolos, entre los cuales hay también jeroglíficos. El Mural 1 presenta dos oferentes que se acercan a un altar en el cual está sobrepuesto un número 9, registrado por medio del sistema de puntos y barras, el cual en la parte superior presenta un jeroglífico formado por bandas entrelazadas, dentro de un cartucho rodeado por signos relacionados con el fuego. Esta estructura jeroglífica, en el contexto mesoamericano, corresponde a los nombres calendáricos, y en tanto que este jeroglífico se encuentra en el centro de una escena de culto, particularmente de un acto de ofrenda, es probable que represente el nombre calendárico de un dios, relacionado con el felino reticulado teotihuacano.
Conclusión
Los murales de Teopancazco presentan imágenes que distinguen al conjunto arquitectónico en el contexto urbano, pues muestran las actividades de ofrenda de quienes pertenecieron a un grupo social de elite que habitaba o trabajaba en Teopancazco. Ese grupo social se distinguía por trajes alusivos a la fauna marina de la costa del Golfo de México.
Tatiana Valdez Bubnova. Doctora en estudios mesoamericanos por la UNAM; maestra en crítica de arte por la Universidad Estatal de Moscú. Obtuvo la Medalla Alfonso Caso UNAM 2007 y 2013, y el Premio “Alfonso Caso” 2013 del INAH. Investigadora posdoctorante de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Valdez Bubnova, Tatiana, “Los oferentes de Teopancazco”, Arqueología Mexicana, núm. 157, pp. 36-38.
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