Una fuente básica para entender el concepto
La obra magna de fray Bernardino de Sahagún es una fuente insuperable para comprender el significado de términos que son claves para el pensamiento de los antiguos nahuas. La razón es simple: el franciscano proyectó, con una visión global de la cultura, un conjunto de libros en los que trataría multitud de aspectos de la vida indígena. Empezaría por los dioses de los antepasados, las fiestas religiosas, la mitología, el calendario adivinatorio, las creencias, la retórica moral, el conocimiento astronómico, los hechos y las costumbres de los gobernantes, la vida cotidiana –incluyendo artes, industria y comercio–, las concepciones acerca del cuerpo y sus enfermedades, algunas de las naciones que poblaron el territorio, la fauna, la flora, los minerales y, como último libro del proyecto –el decimosegundo–, la guerra de conquista. Todo el panorama estaba dirigido a la formación de un arsenal léxico del que el franciscano obtendría el material suficiente para hacer un extenso diccionario. No pudo alcanzar la última etapa proyectada; pero los 12 libros quedaron como un tesoro inestimable para la comprensión de la cultura indígena anterior a la invasión europea.
Para la recolección del léxico, Sahagún obtuvo, por medio de extensos cuestionarios, los informes en lengua náhuatl. En esta lengua fueron cuidadosamente registrados por los indígenas ayudantes del franciscano, y con ellos se formaron columnas de texto en los 12 libros. Al lado de estas columnas se escribieron otras con la traducción al español de la obra. La forma final del documento completo se conoce en nuestros días como Códice Florentino, y la parte que está escrita sólo en español, de la que ha habido varias ediciones, ha sido llamada Historia general de las cosas de Nueva España.
La palabra básica
Como es natural, la búsqueda de las notas de un concepto encuentra su respuesta más favorable en textos de temas tan variados. La palabra clave será, en este trabajo, tetzáhuitl, pues sabemos, por la obra de otro franciscano de la época, fray Alonso de Molina, que el término náhuatl tetzáhuitles es equivalente al español “augurio”. En efecto, fray Alonso consigna en su Vocabulario en lengua castellana y mexicana que tetzáhuitl es “cosa escandalosa o espantosa, o cosa de agüero”. El primer paso es revisar en la extensa obra de Sahagún los contextos en los que aparece el término. Obviamente, los contextos serán la base para saber cuándo tetzáhuitl corresponde a un augurio o agüero y cuándo tendrá otros significados diferentes, como el de cosa escandalosa o espantosa.
La palabra tetzáhuitl se concentra en los textos que hablan de la ruina de Tula (libro tercero), en los presagios de la conquista española (libros octavo y decimosegundo), en el dedicado a los augurios comunes de la vida cotidiana (libro quinto), y aparece en forma dispersa, pero importante, en el tratado de lo que puede estimarse como historia natural, específicamente cuando se habla de animales u otros seres a los que se atribuían facultades agoreras (libro decimoprimero). De estos libros habrá que excluir el valioso material de la ruina de Tula, pues en él la palabra tetzáhuitl se refiere, en la mayor parte de sus casos, a los maleficios que realizaron directamente sobre los toltecas tres personajes siniestros cuya personalidad queda en la indefinición entre hechiceros y dioses. Si bien las historias de Tula son interesantísimas, lo que se busca en este trabajo son las señales extraordinarias de acontecimientos futuros, los augurios, y no todos los hechos portentosos que se comprendían con el término tetzáhuitl.
Las señales
El resto del material lleva a las señales de acontecimientos futuros. El carácter de señal se repite una y otra vez: el tetzáhuitl se menciona como machíyotl, lo que significa literalmente “lo que conduce al conocimiento”. Aparece también el sentido de “descubrir”, por ejemplo, ye quinextia miquiztli, “descubría la muerte”. El texto puede decir de algo que in nez, in mottac, in machiyotl, ihuan in tetzahuitl, lo que significa: “mostró, fue visto, [fue] señal y augurio”.
Una buena parte de las señales tiene por emisores a los propios dioses. Es el caso de la diosa Cihuacóatl, de quien se dice que anunció la conquista apareciendo como tenebrosa figura nocturna, gritando para prevenir a sus hijos. En otras ocasiones, los dioses usan mensajeros animales –como la lechuza y el tecolote– que anuncian la muerte a aquellos a quienes aparecen. Estos animales son denominados yaotequihuaque, “capitanes guerreros”. En otras ocasiones, será el dios mismo el mensajero, nahualizado en un animal que entrega el mensaje. Los textos se refieren al poderoso dios Tezcatlipoca, que elige con frecuencia, como sus recipientes, los cuerpos de un coyote o un zorrillo. Hay, sin embargo, avisos más impresionantes, cuando un dios –con frecuencia, otra vez Tezcatlipoca– aparece en figura fantasmal a un ser humano, retándolo a un duelo del que dependerá no sólo la revelación, sino la calidad del futuro. Se puede observar en estas terribles luchas que los augurios no sólo lo son de hechos negativos, puesto que el vencedor del fantasma podrá recibir presagio de hazañas y recompensas militares.
Alfredo López Austin. Investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM.
López Austin, Alfredo, “¿Qué es un augurio?”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 89, pp. 22-27.