3. Gran Pirámide. Cholula, Puebla

Enrique Vela

Entre las características más notables de las sociedades mesoamericanas se encuentran los conjuntos arquitectónicos conformados por varios templos, generalmente situados al centro del asentamiento. Aunque a esas construcciones normalmente se les conoce como pirámides, en realidad son edificaciones formadas por plataformas superpuestas. En ellas se realizaban, con un ritmo claramente establecido, los principales ritos públicos y, en sus distintas dimensiones, son prueba de la complejidad del grupo que las edificó, pues para levantarlas era necesaria la participación de grandes contingentes, cuya sola convocatoria y organización eficiente supone la existencia de un sólido acuerdo social. Cabe aclarar que estos eran edificios en constante transformación y que su forma última es el producto de la acumulación, una sobre otra, de distintas etapas constructivas.

Hay que tomar en cuenta que no todos esos templos tenían la misma forma, la misma relevancia ni, sobre todo, el mismo significado. En la medida que los llamados centros ceremoniales eran el reflejo de la manera en que las sociedades mesoamericanas concebían el mundo –uno dinámico y con múltiples componentes claramente ordenados y jerarquizados–, estaban formados por construcciones de distintas formas y tamaños, con emplazamientos precisos en relación las unas con las otras y con decoraciones específicas de acuerdo con su función.

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Vela, Enrique, “2. Códice de Dresde, p. 69”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 96, pp. 14-15.