La depredación como metáfora sacrificial
Una de las metas de la violencia organizada era la captura de enemigos para explotar su fuerza laboral y/o dedicar ofrendas humanas a las deidades, y el sacrificio involucraba una muerte violenta pero no necesariamente súbita. Aunque en ocasiones la ofrenda se mantenía casi íntegra, en la mayoría de los casos la inmolación tenía como secuela la disgregación corporal (decapitación, desollamiento, desmembramiento y evisceración).
La intención no era obliterar o destruir a la persona sacrificada sino multiplicarla y así dispersar los valores materiales y afectivos asociados con la ofrenda. La disposición final de las partes constitutivas ya disgregadas era igualmente diversa. Entre ellas estuvo la conversión física mediante el fuego (transformando lo tangible a intangible), los despliegues públicos, las ofrendas enterradas y la elaboración de reliquias que circulaban socialmente en formas prescritas.
Algunos testimonios de la época colonial española temprana, revelados en códices o en los censos que la administración de la Nueva España hizo entre 1579 y 1585 por orden de Felipe II, implican también el consumo de la carne humana como actos post-sacrificiales.
Imagen: Escenas realistas de inmolación. a) Estela de Lagartero, Chiapas. b) Vaso policromo maya. Museo de Arte de la Universidad de Princeton. c) Panel central, paramento norte, del Juego de Pelota Sur de Tajín, Veracruz. d) Caras a y b de una estela de la cuenca alta del Río Papaloapan, Veracruz. Dibujos: Javier Urcid.
Javier Urcid. Doctor en antropología por la Universidad de Yale. Profesor en el Departamento de Antropología de la Universidad de Brandeis, Boston, Massachussetts.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Urcid. Javier , “La depredación como metáfora sacrificial”, Arqueología Mexicana, núm. 180, pp. 38-44.