Un códice con tres relatos gráficos.

En las peñas del Tetzcotzinco se labraron terrazas, palacios, baños y pilas de agua.

Por la época de su elaboración, su estilo, su tipo de escritura y sus formatos, los códices ahora llamados Techialoyan forman un grupo independiente del resto de las pictografías coloniales del centro de México.

Las escuelas de artes y oficios, que formaron parte del proyecto misional desde un principio y se extendieron por toda la tierra, desempeñaron un papel central en la historia.

En los nombres de algunos códices se indicó sólo la temática y se omitió su lugar de origen o el lugar al que se refieren.

Algunos códices coloniales son un puente entre los anales indígenas, que representaban un mundo que desaparecía, y los del nuevo régimen que se imponía.

In tlilli in tlapalli, “la tinta negra y roja”, es la expresión en náhuatl que significa la sabiduría y la palabra escrita.

El uso que los pueblos indígenas dieron a los códices como prueba legal ante los tribunales españoles, es una muestra de su adaptación a la justicia colonial durante el siglo XVI.

El empleo de la escritura pictográfica -en la que se continuó pintando los jeroglíficos de los códices- como prueba legal ante los tribunales españoles, destaca entre los modos y mecanismos de adaptación de los pueblos indígenas a la justicia colonial durante el siglo XVI. 

En los códices coloniales, los tlacuilos, maestros en el arte de escribir, continuaron pintando aspectos de la cultura y del desarrollo histórico de los pueblos mesoamericanos. Esta tradición cultural permanecería hasta el siglo XVIII.