Ámbar. La vida inmóvil
Por otra parte, para los pueblos mesoamericanos el ámbar tuvo su importancia, lo cual se ve reflejado en la lámina 25 de la Matrícula de Tributos (1511-1512), así como en la hoja 47 (lám. 47r y 49r) de la segunda parte del Códice Mendocino (1540), subtitulada “Pueblos tributarios”; en esta última se describe una lista de artículos que los acolhua de Tenochtitlan le imponían como impuesto semestral a los pueblos del Soconusco, entre los que destacan: cacao, cueros de jaguar, plumas y dos bezotes de ámbar con engaste de oro, además de dos grandes trozos de ámbar claro, del tamaño de un ladrillo. Los mercaderes aztecas comerciaban con los pueblos de Zinacantán, intercambiaban ámbar de Chiapas por agujas de cobre, conchas, navajas de obsidiana, cochinilla, almagre, además de pelambre de conejo. Llevado en peso bruto a Tenochtitlan, el ámbar era transformado por expertos lapidarios en joyería y bezotes curvos para la alta jerarquía, y también en bisutería que se vendía en el mercado de Tlatelolco. El bezote de ámbar era muy codiciado, incluso fue utilizado como galardón para los comerciantes viajeros que se aventuraban en lejanas regiones del imperio, por su servicio en el comercio intrépido y el espionaje.
En el Códice Florentino (lib. XI, f. 207r: siglo XVI), el infatigable fray Bernardino de Sahagún describe la belleza, el color y el nombre náhuatl de tres tipos de ámbar: el apozonalli, éste es el ámbar amarillo, “semejante a las campanillas o empollas del agua cuando las da el Sol en saliendo, que parece que son amarillas, como oro”, y “parece que tiene dentro de sí una centella de fuego”; el tzalatzalapozonalli, ámbar amarillo con una mezcla de verde claro, y el iztacapozonalli, ámbar amarillo lechoso, opaco, moquiento, menos agraciado.
Imagen: Izquierda: Los pueblos de Chiapas tributaban al imperio mexica, entre otros productos, dos piezas de ámbar. Matrícula de Tributos, lám. 25. Foto: BNAH. Derecha: El ámbar de Chiapas tiene una edad aproximada de 23 millones de años y fue depositándose en un ambiente estuarino de manglar durante el Mioceno Temprano. Este ámbar está asociado al exudado resinoso de dos especies extintas: Hymenaea mexicana e Hymenaea allendis. Una especie actual de ese taxón es el guapinol, que se distribuye en los bosques subtropicales de América. Foto: Francisco Riquelme / UNAM.
Francisco Riquelme. Paleontólogo. Candidato a doctor en ciencias biológicas (UNAM). Se especializa en paleontología molecular y arqueometría.
Riquelme, Francisco, “Ámbar. La vida inmóvil”, Arqueología Mexicana, núm. 115, pp. 82-87.
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