Cinco soles del universo nahua

Federico Navarrete Linares

Vivir en el universo de los nahuas

Un cosmos dinámico

Para los nahuas, el universo era, sobre todo y antes que nada, un ámbito cambiante, dinámico y violento, un mundo en donde la destrucción seguía inevitablemente a la creación y en que ésta necesitaba de aquélla. El Sol que iluminaba el cielo de los nahuas era el quinto que había existido, pues cuatro astros solares habían brillado antes que él y todos habían sido destruidos, junto con la Tierra que alumbraban y las humanidades que vivían en ella.

Los anteriores soles habían perecido en terribles cataclismos, como éstos que se describen en los Anales de Cuauhtitlan:

El primer sol que al principio hubo, signo de 4 agua se llamaba Sol del agua. En éste sucedió que todo se lo llevó el agua, todo desapareció; y las gentes se volvieron peces.

El segundo sol que hubo y era signo del 4 Ocelote se llamaba Sol del ocelote. En él sucedió que se hundió el cielo, entonces el sol no caminaba de donde es mediodía y luego se oscurecía; y cuando se oscureció, las gentes eran comidas.

La Historia de los mexicanos por sus pinturas nos explica que el mundo fue creado y destruido tantas veces debido a la contienda entre los grandes dioses que fueron creados al principio del cosmos y que desde entonces se habían turnado y disputado el dominio del cosmos. Según las reglas de esta alternancia, un dios, como Quetzalcóatl, creaba su mundo y luego otro, como Tezcatlipoca, lo destruía para proceder a crear uno nuevo que, a su vez, sería destruido por otra deidad. Esta ronda de creaciones y destrucciones era gobernada por el ritmo del calendario.

La misma fuente cuenta que el calendario fue creado al principio del cosmos por una pareja de ancianos, Oxomoco y Cipactónal, lo que quiere decir que era una realidad anterior y superior a los mismos soles, y por ello los regía con su desenvolvimiento perfectamente regulado. El historiador chalca Chimalpain describió bellamente cómo era el movimiento de sus ruedas: "[...] así como en un malacate de piedra hacían dar vueltas, hacían retornar sus papeles de la cuenta de los años; cada cincuenta y dos años reiniciaban, una por una, la rueda de la cuenta de los años".

La alternancia de los cuatro grandes dioses y sus respectivos soles correspondía también a la división del cosmos en cuatro grandes rumbos cardinales: cada Sol anterior había estado asociado con un rumbo diferente y los nahuas creían que el quinto Sol en que vivían pertenecía al centro del cosmos porque era el más importante. De esta manera, las historias nahuas sobre el origen del mundo mostraban cómo el tiempo y el espacio, los soles y los dioses, formaban parte de un mecanismo ordenado e inexorable en el cual todo estaba condenado a desaparecer y transformarse, a ser creado y destruido una y otra vez. Estas historias eran también una lección de humildad para los nahuas, que se sabían condenados a la destrucción como todos los seres que los habían precedido en el mundo.

Los mismos principios cósmicos que habían regido la creación y la destrucción de los soles regían la vida cotidiana de los humanos. El trabajo y el descanso, la religión y el gobierno, la producción y el comercio, incluso la salud y la enfermedad dependían de los turnos del calendario. Por ello, la única manera de sacarles provecho era comprender su intrincada dinámica y anticipar su fatal curso. Fue precisamente para ayudar a la humanidad en tan urgente tarea que los ancianos Oxomoco y Cipactónal crearon la adivinación al mismo tiempo que inventaron el calendario.

 

Federico Navarrete Linares. Licenciado en historia y maestro en antropología. Investigador en la UNAM. Ha publicado Huesos de lagartija, novela sobre la Conquista de México; Un día en la vida de un artista maya, y el libro de historia La migración de los mexicas.

Navarrete Linares, Federico, “Vivir en el universo de los nahuas”, Arqueología Mexicana, núm. 56, pp. 30-35.

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Mitos de la creación