Cráneos en el tzompantli

Ximena Chávez Balderas

Decapitación, uso y reutilización de cráneos en el Templo Mayor

La cabeza fue el segmento anatómico preferido en los rituales del huey teocalli tenochca. Se creía que esta región corporal albergaba el tonalli, entidad anímica concebida como la fuerza que daba calor, valor, vigor y que permitía el crecimiento.

La decapitación no es un indicador directo de la forma de muerte de los individuos, ya que en realidad es el tratamiento póstumo que se daba a la mayoría de las víctimas del sacrificio. Sin embargo, al combinar otras líneas de evidencia podemos inferir que los individuos fueron sacrificados. En este caso, los patrones de selección de las víctimas, el hecho de que fueron inmoladas al mismo tiempo, la información contextual y las fuentes históricas, nos permiten proponer que fueron sacrificados ritualmente.

Sin lugar a dudas la cabeza tenía una gran importancia ritual y se le daban diferentes tratamientos post-sacrificiales, dependiendo la ocasión. En el Templo Mayor fueron depositadas cabezas cercenadas y también efigies descarnadas que representaban dioses. Las primeras corresponden a individuos que fueron decapitados y se inhumaron inmediatamente en algunas ofrendas de consagración del edificio. Por eso, los cráneos preservaban varias vértebras cervicales con alteraciones culturales que revelan la forma en la que fueron desarticuladas. A partir de su análisis podemos concluir que la decapitación se llevaba a cabo después de la tercera vértebra cervical y antes de la séptima. Los cuellos eran cortados en dirección anterior a posterior, es decir, muy posiblemente con el individuo bocarriba. Para desarticularlos, los sacerdotes buscaban los discos intervertebrales que son de naturaleza cartilaginosa y por lo tanto más fáciles de seccionar que el hueso; al cortarlos se emplearon instrumentos cortantes y corto-contundentes.

Los primeros tienen un filo para cortar, en tanto que los últimos corresponden a un artefacto pesado y afilado a la vez, con el que se aplica una fuerza de contusión. Así, las marcas corresponden a cortes reiterativos en el cuerpo de la vértebra y en las carillas articulares, o a faltantes de tejido óseo con una sección en forma de V, respectivamente.

La mayoría de las víctimas de sacrificio tuvieron un tratamiento póstumo más complejo. En efecto, después de ser decapitadas, sus cabezas fueron desolladas y descarnadas; algunas fueron hervidas. Esto se hizo con la intención de obtener un aspecto esqueletizado. A algunos individuos se les realizaron orificios en la base del cráneo, y otros sirvieron para elaborar las llamadas máscaras cráneo. A otras víctimas se les hicieron dos perforaciones laterales mediante percusión, con el fin de exhibirlos en el tzompantli.

Imagen: a) Máscara cráneo compuesta de la porción facial de un infante y de la mandíbula de una mujer adulta. Procede de la Ofrenda 11 del Templo Mayor. b) Cráneo con perforación basal. Corresponde a una efigie del dios Mictlantecuhtli. Procede de la Ofrenda 120 del Templo Mayor. c) Cráneo con perforación basal. Corresponde a una efigie de la diosa Cihuacóatl. Procede de la Ofrenda 141 del Templo Mayor. Fotos: Jesús López, Néstor Santiago / Cortesía del Proyecto Templo Mayor.

 

Ximena Chávez Balderas. Licenciada en arqueología por la ENAH. Maestra en antropología por la UNAM y maestra en antropología física por la Tulane University. Candidata a doctora en antropología por esta última universidad. Bioarqueóloga del Proyecto Templo Mayor.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Chávez Balderas, Ximena, “Bioarqueología del sacrificio humano. La ofrenda de vida”, Arqueología Mexicana, núm. 143, pp. 56-61.

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