El aspecto físico general
Si bien el año de 1492 marca el contacto inicial entre la sociedad occidental renacentista y el Nuevo Mundo, no fue sino hasta principios del siglo XVI cuando los viajeros comenzaron a explorar la península de Yucatán. A los colonizadores les causaron asombro y admiración no sólo la arquitectura y las costumbres de la civilización descubierta sino también la apariencia física de sus pobladores, tan extraña a los ojos europeos, En sus Cartas de Relación, Hernán Cortés comenta al emperador de España:
... es una gente de mediana estatura. de cuerpos y gestos bien proporcionada, excepto que en cada provincia se diferencian ellos mismos los gestos. unos horadándose las orejas y poniéndose en ellas muy grandes y feas cosas, y otros horadándose las temillas de las narices hasta la boca, y poniéndose en ellas unas ruedas de piedras muy grandes que parecen espejos, y otros, se horadan los bezos de la parte de abajo hasta los dientes, y cuelgan dellos unas grandes ruedas de piedras o de oro, tan pesadas, que les traen los brazos caídos y parecen muy disformes (citado en D’Olwer, 1963).
Además de por los testimonios coloniales, sabemos de las antiguas poblaciones mayas gracias a su arte. Algunos retratos, pintados sobre cerámica o materializados en máscaras de estuco y figurillas de barro, destacan por su gran detalle y fidelidad anatómica, Tienen valor no sólo por su arte sino como testimonio fehaciente de los antiguos cánones bioculturales y de la fisonomía maya, cuyas características aún se conservan en el físico de los grupos mayances actuales.
Por otra parte, los restos óseos hallados en los contextos funerarios de los antiguos asentamientos evidencian la apariencia que tenían en vida sus pobladores. Así, el examen osteoscópico y el análisis métrico de los esqueletos nos proporcionan la única información directa sobre el tipo físico de los mayas prehispánicos, aunque debemos tener presente que nunca existió, como tal, un aspecto externo uniforme, puesto que el mundo maya era habitado por grupos heterogéneos.
Ahora bien, algunas de las características físicas, específicamente mayas o compartidas con otros grupos amerindios, pasaban de una generación a otra, Entre ellas se encuentran la complexión robusta y una estatura relativamente baja, de aproximadamente 1,60 m en el caso de los hombres y 1.50 m en el de la población femenina, La cabeza era relativamente ancha y en ella destacaban el cabello castaño obscuro y lacio, el epicanto (pliegue semilunar de piel que cubre el ángulo interior del ojo y le da un aspecto almendrado), la nariz aguileña, tan característica de muchos de ellos, y los pómulos salientes.
Por otra parte, cabe mencionar algunas enfermedades que provocaban deformaciones del cuerpo. Podemos suponer que las personas afectadas, como los enanos o los jorobados, desempeñaban un papel social y ritual muy especial en la sociedad maya prehispánica. Aparecen abundantemente retratados. asociados al juego de pelota o a la corte de los altos dignatarios mayas.
Otros atributos físicos se produjeron artificialmente. Al parecer. la costumbre de modificar el aspecto externo del propio cuerpo tenía un profundo valor social y religioso para los antiguos mayas. Algunas ornamentaciones corporales transitorias, como la pintura de la piel, eran aplicadas cotidianamente o reservadas para ocasiones festivas, para resaltar los elaborados arreglos del cabello, las vistosas joyas, los tocados y otros atributos del atuendo indígena.
Otros adornos, como las cicatrices y tatuajes decorativos, dejaban una marca permanente en la piel. Igualmente, la colocación de ornamentos en la nariz, los labios, la frente y las orejas requería una perforación previa que resultaba en la extensión permanente de los epitelios afectados. Tenemos pruebas abundantes de esas decoraciones en la iconografía prehispánica. Por su parte, fray Diego de Landa refiere que las madres volvían bizcos a sus hijos mediante cuentas de cera que colgaban entre los ojos infantiles.
En los siguientes párrafos dedicamos nuestra atención a dos vistosas prácticas prehispánicas: la deformación artificial de la cabeza y la mutilación de los dientes. Estas dos costumbres han dejado abundantes evidencias en los restos óseos de los antiguos pobladores mayas.
La deformación artificial de la cabeza
La deformación cefálica intencional -tradición biocultural en la que confluyen múltiples técnicas que tienen en común el objetivo de modificar el aspecto externo de la cabeza, para dejarla ancha o angosta. larga o alta- siempre ha suscitado el interés de los investigadores. Aunque de difusión casi mundial, la práctica tuvo su mayor campo de aplicación en el continente americano, donde era una práctica casi generalizada. Tal parece que en el Área Maya la costumbre de la deformación cefálica formaba parte integral de la vida y, en algunos grupos, se elevó a una forma de “arte”.
Los pobladores prehispánicos se servían de una gran variedad de técnicas e instrumentos para dar la forma deseada a la cabeza infantil. Arturo Romano da una definición general del proceso de deformación, que consistía “en comprimir la cabeza de los niños recién nacidos, aprovechando su plasticidad, ya fuera aplicando simplemente dos planos compresores, uno anterior y otro posterior. sostenidos de manera sencilla o complicada. vendando la cabeza con bandas bien ajustadas o empleando gorros o cofias” (Romano, en Comas, 1974).
La deformación sólo fue practicada en niños menores de tres Años, puesto que la primera infancia es la única edad que permite cambios sustanciales en la forma cefálica.
Vera Tiesler. Maestra en arqueología por la ENAH y doctora en antropología por la UNAM. Estudios en historia, medicina y antropología física. Investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán. Especialista en bioarqueología, tafonomía y prácticas mortuorias entre los mayas.
Tiesler Blos, Vera, “El aspecto físico de los mayas”, Arqueología Mexicana, núm. 28, pp. 14-19.
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