El maíz y la estructura del universo

 Enrique Vela

Para el Preclásico Medio (1200-400 a.C.), el cultivo del maíz era el medio fundamental para la obtención de alimentos y para la generación de riqueza. A esto puede atribuirse que para los olmecas –la cultura más notable de esa época– el maíz se asociara a dos materias primas de color verde, como la planta, especialmente valoradas: las plumas de quetzal y la jadeíta, que hasta la época de la conquista española conservarían su papel de bienes de prestigio e impregnadas de un profundo simbolismo.

En el mismo sentido en el que el hombre era equiparado con el maíz, el mundo se concebía como un campo de cuatro lados que los dioses cultivaban. Así, los granos de maíz y la planta misma están estrechamente vinculados con la estructura del universo; los distintos colores de los granos se relacionan con los de cada uno de los rumbos, y la planta misma hace las veces de eje del mundo. En las representaciones olmecas, el dios del maíz frecuentemente aparece rodeado por cuatro espigas de la planta o por cuatro hachas, lo cual indica que el maíz se encuentra en el centro del universo, y que constituye el axis mundi. Esto sin duda es el antecedente de la concepción que prevaleció entre los pueblos de épocas posteriores, incluso entre los grupos étnicos contemporáneos.

Imagen: Pintura mural de Zacuala, Teotihuacan, Estado de México. Representa a un personaje con atributos del dios de la lluvia, que lleva en una mano una planta de maíz y en la espalda una cesta con mazorcas, en alusión a la estrecha relación, en la cosmovisión indígena, de las deidades del maíz con las de la lluvia. Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces.

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Vela, Enrique, “Lo divino, lo humano… El maíz en la cosmovisión mesoamericana”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 98, pp. 54-61.