El matrimonio y la sexualidad

Dentro de los llamados huehuetlatolli, “palabras de ancianos”, que nos ha legado Sahagún, hay dos discursos muy significativos que hacían los padres mexicas a sus hijos; en ellos se amonesta a las jóvenes y a los jóvenes antes de casarse. Como estas arengas son excesivamente largas, me permito entresacar lo más significativo en relación con el amor y la sexualidad entre los mexicas.

La madre recomienda a su hija, cuando ya está en edad casadera, que sea discreta, mesurada, que no masque chicle ni se ría con los hombres, que no se engalane ni sea desvergonzada como hacen las prostitutas, que no le dé su cuerpo a nadie, porque cuando llegue a casarse y su marido descubra que no es virgen, siempre sospechará de ella y nunca estará en paz. No lo traiciones, le dice, eso se llama adulterio y se castiga echándote a la calle, te machucarán la cabeza y serás arrastrada y te matarán. Por otro lado, le aconseja que le sirva bien al marido, que haga sus deberes “mujeriles”: ir de compras, hacer la comida, limpiar; que nunca se ensoberbezca con su marido, que no se muestre altiva. El matrimonio es un deber, una obligación y se tiene que ser fiel.

Al varón, antes de casarse, el padre le recomienda que deje de retozar por ahí, que no se arroje a la mujer como se arroja el perro a lo que ha de comer, dándose a las mujeres antes de tiempo; que se maneje con templanza y discreción para que no le pase lo que al maguey cuando le sacan la miel de pequeño, para que no la pierda y se seque, porque cuando llegue a casarse y no pueda satisfacer los deseos de su mujer, ésta buscará a otro hombre y la empujará al adulterio. Enseguida le da un ejemplo para que viva castamente, ejemplo que copio a la letra, ya que es una anécdota muy divertida y una de las dos únicas narraciones picarescas en toda la obra de Sahagún.

…siendo vivo el señor de Tetzcuco, llamado Nezahualcoyotzin, fueron presas dos viejas que tenían los cabellos blancos como la nieve, de viejas, y fueron presas porque adulteraron; hicieron traición a sus maridos, que eran tan viejos como ellas, y unos mancebillos sacristanejos tuvieron acceso a ellas. El señor Nezahualcoyotzin, cuando las llevaron a su presencia para que las sentenciase, preguntóles, diciendo: “Abuelas nuestras, decidme, ¿es verdad que todavía tenéis deseo del deleite carnal? ¿Aúno estáis hartas, siendo tan viejas como sois? ¿Qué sentíades cuando érades mozas? Decídmelo, pues que estáis en mi presencia por este caso.” Ellas respondieron: “Señor nuestro y rey, oya vuestra alteza: vosotros los hombres cesáis de viejos de querer la delectación carnal por haber frecuentádola en la juventud, porque se acaba la potencia y la simiente humana; pero nosotras las mujeres nunca nos hartamos ni nos enhadamos desta obra; porque es nuestro cuerpo como una sima y como una barranca honda, que nunca se hinche; recibe todo cuando le echan y desea más, y demanda más; y si esto no hacemos, no tenemos vida.” Esto te digo, hijo mío, para que vivas recatado y con discreción, y que vayas poco a poco, y no te des prisa en este negocio tam feo y tam perjudicial (Sahagún, 2000, t. II, pp. 574-575).

 El rey Nezahualcóyotl, en lugar de ejercer justicia, acabó regañado. Esto, además de resultar divertido, da cuenta del adulterio, común en todas las culturas, y de las malas concepciones que hay en relación con la frecuencia del acto sexual por parte del hombre. Es, a mi juicio, otra manera de frenar la sexualidad, al parecer muy reprimida entre los mexicas.

La delectación carnal fuera del matrimonio era sucia. Las jóvenes solteras no tenían acceso a la sexualidad; los jóvenes, en cambio, la practicaban con prostitutas, aunque se les recomendaba que no se fueran a secar. Había también alcahuetas y casamenteras. Estas últimas eran las encargadas de buscarle mujer a los jóvenes cuando sus padres decidían que ya habían llegado a la edad de casarse, de vivir independientemente y de mantenerse por sí mismos. La petición de la novia incluía muchos ritos, entre ellos el baño de la muchacha en el temazcal antes de que encerraran a los novios en un cuarto por cuatro días. Fuera del rito en el temazcal, cuya diosa era Tlazoltéotl, no hay más alusiones a la intervención de Xochiquétzal o de Tlazoltéotl o al amor en lo que se refiere a la relación entre los novios ni dentro del matrimonio. Como he mencionado anteriormente, estas dos diosas fungen más como diosas de la sexualidad en dos condiciones diferentes que como diosas del amor.

 

Tomado de Silvia Trejo, “Diosas mexicas del amor y la sexualidad”, Arqueología Mexicana núm. 87, pp. 18-25.

 

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