No hay duda sobre la importancia que tuvo el surgimiento de la agricultura en el desarrollo de las sociedades que a nivel mundial nos antecedieron en el tiempo y la cual, para los estudiosos del pasado, marca un hito en el devenir de la humanidad. Esta actividad hoy forma parte importante en la economía de las naciones, como lo fue en el pasado remoto de lo que hoy es México. Éste, que 1948 y 1950, y de sus propias exploraciones, entre otras, en Tamaulipas, Chihuahua y Chiapas, en México, y en Honduras y Guatemala, en Centroamérica. Con base en estos antecedentes, este notable investigador concluyó que es entre el sur de Puebla y el norte de Oaxaca donde se dieron las condiciones climáticas idóneas para encontrar las evidencias del desarrollo de la agricultura en Mesoamérica que tanto había buscado (MacNeish, 1961 y 1964).
Entre 1961 y 1965 –con la valiosa colaboración de un gran número de especialistas en varias disciplinas, como biólogos, antropólogos, geólogos, historiadores, ingenieros y arqueólogos, entre ellos el joven estudiante Ángel García Cook–, Richard S. MacNeish llevó a cabo sólidas investigaciones en el Valle de Tehuacán, Puebla, cuyos resultados, producto de un trabajo multidisciplinario, han sido un parteaguas en el conocimiento del tema y particularmente en lo referente a la domesticación de productos agrícolas y en especial del maíz. El conocimiento generado por este ejemplar proyecto ha sido fundamental en la integración del expediente técnico que hizo posible la inscripción del “Valle de Tehuacán-Cuicatlán: hábitat originario de Mesoamérica” como patrimonio mundial mixto, que constituye así el segundo sitio de México en lograr tal reconocimiento, después de “La antigua ciudad maya y bosques tropicales protegidos de Calakmul, Campeche”.
Aunque en un principio el propio MacNeish tuvo dudas de que una investigación tan compleja, dada la participación de tantos especialistas, fuera a tener éxito, resulta notable la visión que él y su equipo tuvieron al concatenar aspectos fundamentales que le permitieron plantear, con base en una sólida interpretación, una muy bien fundamentada propuesta de desarrollo sociocultural de las comunidades que se asentaron en el Valle de Tehuacán: una exploración rigurosa, la integración de la cronología de los depósitos obtenida por fechamientos de radiocarbono, el análisis exhaustivo de los objetos recuperados, el estudio de la ubicación espacial de los sitios excavados, la identificación arqueobotánica y los análisis contextuales (MacNeish, 1964).
La investigación se circunscribió a un área de 40 km de largo por 30 de ancho, en un valle que a 1 500 msnm se ubica en una sombra pluvial, extremadamente seca y con todas las características de un desierto. Aunque se reconocieron en el área 454 sitios nuevos, se escogieron 12 que reunían las características buscadas para realizar excavaciones estratigráficas mayores. En estos 12 espacios (cuevas, abrigos rocosos secos, campamentos al aire libre y asentamientos complejos con estructuras) se obtuvieron cientos de objetos y miles de restos de plantas, fitolitos, coprolitos humanos, restos de comida y otros desperdicios humanos, con lo cual se logró establecer una larga serie de 9 fases arqueológicas que abarcan casi 12 000 años antes del presente, cronologías apoyadas, como ya se mencionó, en fechas obtenidas por radiocarbono, además de que se obtuvo información sobre subsistencia, hábitos alimenticios, dieta y cambios climáticos.
Pedro Francisco Sánchez Nava. Doctor en antropología por la ENAH. Especialista en teoría y práctica de tareas de salvamento arqueológico. Ha sido presidente del Consejo de Arqueología y actualmente es Coordinador Nacional de Arqueología.
Sánchez Nava, Pedro Francisco, “El surgimiento de la agricultura en el Valle de Tehuacán, Puebla. Las investigaciones de MacNeish y García Cook”, Arqueología Mexicana, núm. 155, pp. 49-55.
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