El Templo de Quetzalcóatl. Parte II

Rubén Cabrera Castro y George Cowgill

¿Misticismo o represión?

En sociedades complejas como la teotihuacana, el sacrificio humano en gran escala fue, fundamentalmente, un instrumento de represión por parte del Estado para fortalecer su poder. Una investigadora que ha estudiado el tema dice que esta forma de adquirir poder por medio del sacrificio humano se presenta en sociedades con grandes diferencias sociales y con la explotación de una clase por otra. Se trata de Estados despóticos que, para mantener el poder político, manejan lo sagrado como instrumento de represión.

Investigaciones arqueológicas realizadas recientemente en el Templo de Quetzalcóat1 dan una nueva perspectiva sobre el sacrificio humano y la naturaleza del Estado teotihuacano. Las excavaciones fueron llevadas a cabo en los lados norte, este y sur de la pirámide, así como en su interior, hasta la parte central, a la que se tuvo acceso por media de un túnel. A esos hallazgos y a su significado se refiere este artículo.

Esqueletos con las manos atadas

A principios de la década pasada (1980) se detectaron alrededor de la pirámide numerosos entierros humanos, dos de ellos -correspondientes a 20 individuos- en el lado sur, y otros dos con características similares en el lado norte, ubicados además simétricamente con respecto a los encontrados en el lado sur. Todos ellos fueron colocados en profundas fosas cavadas en la roca, y cubiertos luego por el piso mas antiguo del edificio, lo que indica que pertenecen a las fases mas tempranas de Teotihuacan, hacia los años 150-200 d.C., cuando se construyeron la Ciudadela y el Templo de Quetzalcóatl.

Posteriormente se localizaron otros 15 entierros, correspondientes a un total de 78 individuos; es decir, que junto con los encontrados anteriormente, en el lado norte se hallaron un total de 20 y en el lado este 30; cuatro de ellos eran entierros individuales y 26 formaban parte de entierros colectivos. Todos estaban a más de cuatro metros de profundidad, en fosas excavadas en el tepetate y distribuidas simétricamente con respecto a un eje central con dirección este-oeste.

Los 26 esqueletos de los cuatro entierros múltiples eran en su mayoría de sexo masculino y estaban en posición semiflexionada, uno tras otro y con el cráneo ubicado hacia el oeste, es decir hacia el edificio. En la mayoría de los casos las manos estaban colocadas hacia atrás, por debajo del cuerpo, con indicios claros de que fueron atadas. En cuanto a su edad, gracias a los antropólogos físicos, se sabe que fluctuaba entre los 20 y 40 años; sólo en dos casos son mas jóvenes. Los individuos enterrados más cerca del templo no sólo eran de mayor edad, sino que tenían una indumentaria más rica y elaborada: collares de varios hilos formados por cuentas de concha en forma de dientes, así como pendientes o insignias de maxilares humanos conformados por dientes de concha y montados en una base de estuco. Un caso relevante por su indumentaria es el entierro 5H, que en vez de las imitaciones en concha, está hecho con nueve maxilares humanos verdaderos, cortados de su base, lo que implica que a nueve individuos más les extrajeron los maxilares para emplearlos como parte de las insignias de dicho entierro.

Rubén Cabrera Castro

Arqueólogo. Maestría en Antropología. UNAM. Ha realizado investigaciones en diversas regiones del país, principalmente Guerrero, Michoacán y Teotihuacan. Su campo fundamental de interés son las culturas del Altiplano, en especial Teotihuacan. Investigador, de la zona arqueológica de Teotihuacan.

George Cowgill

Arqueólogo. Doctorado en Antropología. Universidad de Harvard. Ha trabajado en diversos proyectos en Teotihuacan. Intereses fundamentales: origen de las sociedades complejas y aplicación de modelos matemáticos y estadísticos en la investigación arqucológica. Profesor titular. Universidad Estatal de Arizona.

Cabrera Castro, Rubén y George Cowgill, “El Templo de Quetzalcóatl”, Arqueología Mexicana, núm. 1, pp. 21-26.