Evidencias de antropofagia en el registro mortuorio mesoamericano
Desde su visión hierofágica (de cadenas alimentarias entre humanos y dioses), la religiosidad mesoamericana ha motivado una serie de acciones encaminadas a alimentar al cosmos y a los hambrientos seres telúricos para que vieran por el bienestar humano.
Antiguamente, las liturgias incluían el sacrificio humano, forma suprema de hacer mérito con lo sacro. Las festividades que incorporaban la inmolación de víctimas solían recrear los ciclos de captura, matanza y ofrenda-consumo-devoración. Hoy ya existe un conocimiento detallado sobre los procedimientos sacrificiales al menos entre los mexicas y los mayas, gracias a la abundancia de información disponible que incluye el registro de lesiones letales en osamentas humanas.
Al lado y pese a los avances en método y cobertura bioarqueológicos, siguen siendo subestudiados los tratamientos póstumos que se les daba a los cuerpos inmolados ritualmente, ya sea por la complejidad, dispersión de segmentos óseos o, en el caso de la antropofagia, por la estigmatización del tema.
Mundialmente, el canibalismo humano se ha practicado durante la mayoría de los periodos prehistóricos e históricos. En Europa, por ejemplo, se reconocen en las sociedades de la Edad del Bronce y del Neolítico prácticas de preparación de tejidos corporales para su consumo como carne, vísceras, cerebro o médula. Este artículo aborda el tema de la antropofagia desde el registro mortuorio en Mesoamérica, donde la ingesta de partes blandas humanas, instrumentada y escenificada culturalmente por animales voraces o por el mismo hombre, es un fenómeno tan antiguo como extendido.
En los noventa del siglo pasado, la antropóloga Carmen Pijoan Aguadé (1943-2015) adaptó a nuestra esfera cultural mesoamericana una serie de criterios tafonómicos mundialmente empleados para identificar las formas de procesamiento preparatorio y de consumo de partes blandas. Su taxonomía distingue las improntas directas e indirectas de los instrumentos para efectuar el desuello, el desmembramiento, el fileteo y la extracción medular.
El abordaje conjunto de los indicadores, registrados de manera aislada, no son contundentes en Mesoamérica pero informan de una serie de tratamientos directamente vinculados con la antropofagia al lado de otras prácticas culturales como el desmembramiento, el descarne y la fabricación y la exposición de bioartefactos humanos.
Imagen: Carne humana devorada por animales. a) Un ave carroñera está sobre un sacrificado, ya semidescarnado, atado a un andamio. Palma de la costa de Veracruz. mna. b) Un ave voraz está a punto de comer un corazón. Anexo de la plataforma del tzompantli de Chichén Itzá. c) Un jaguar está a punto de devorar un corazón. Templo de las Águilas, Chichén Itzá. Fotos: Archivo Digital de las Colecciones del Mna, INAH-Canon, Oliver Santana / Raíces
Vera Tiesler. Maestra en arqueología (ENAH), doctora en antropología (UNAM) y estudios adicionales en historia del arte y medicina. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán, donde coordina el Laboratorio de Bioarqueología. Su obra se centra en corporeidad, vida, muerte y sacrificio entre los antiguos mayas.
Judith Ruíz González. Antropóloga física por la ENAH y doctora en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas. Su obra se centra en la bioarqueología y la bioarqueometría mesoamericanas.
Ximena Chávez Balderas. Bioarqueóloga y colaboradora del Proyecto Templo Mayor. Se especializa en arqueología funeraria, prácticas sacrificiales, tratamientos post-sacrificiales y arqueozoología. Arqueóloga (ENAH) y maestra en antropología.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Tiesler, Vera, “Evidencias de antropofagia en el registro mortuorio mesoamericano”, Arqueología Mexicana, núm. 180, pp. 45-52.